Evidencias geológicas, astronómicas, físicas, históricas, climáticas y biológicas confirman que hace aproximadamente 13.000 años terminó la última glaciación. En ese momento el eje de la tierra se orientaba hacia la estrella Vega de la constelación de Lira que brillaba sobre el Polo Norte, exactamente donde hoy se encuentra Polaris. Esto ocurrió cuando el manto de hielo que había cubierto el planeta, durante el enorme intervalo de 2,5 millones de años de la Era Glacial del Pleistoceno, se derritió. El hielo que cubría la superficie de los continentes retenía un gran volumen de agua que mantenía el nivel de los mares unos 120 metros por debajo de su nivel actual. Tan solo en el Ecuador del planeta había una zona tropical más cálida y libre de hielo. Allí, en la mitad del Océano Atlántico, existía en aquel entonces una cadena de islas en donde floreció el núcleo central de la avanzada civilización Atlante. El hielo, al derretirse, produjo gran cantidad de vapor de agua que alteró el clima y generó el gran diluvio planetario. El volumen de agua del deshielo elevó el nivel del mar, lo que ocasionó el gran cataclismo.
Hace 13.000 años, el centro de la galaxia emitió una Superonda de energía que aumentó la irradiación del Sol, lo que provocó el Diluvio Universal.
Dos hipótesis que se complementan entre sí explican por qué aumentó tan rápidamente la temperatura en la Tierra, como para derretir el manto de hielo que la cubría desde hacía 2,5 millones de años y dar lugar al Diluvio Universal. La primera de las hipótesis que resuelve el misterio es de Paul LaViolette, Ph. D., autor de varios libros entre ellos, ¨Genesis of the Cosmos¨, ¨Subquantum Kinetics¨ y ¨Earth Under Fire¨, quien descubrió evidencias de que el centro de la galaxia palpita o emana periódicamente un flujo de alta energía, en dos intensidades: Una, muy fuerte e intensa, cada 26.000 años. La otra, mucho más débil, exactamente en la mitad de ese intervalo, es decir a los 13.000 años. Las emisiones de energía se ajustan por lo tanto, a los intervalos del Gran Ciclo Cósmico.
La irradiación que el autor llama Superonda, es emitida por el centro de la galaxia, que se encuentra a 26.000 años luz de distancia del Sistema Solar. Está conformada por una amplia gama radiación electromagnética, principalmente de rayos Gamma, rayos-X y luz ultravioleta. Además, de rayos cósmicos galácticos que son partículas que portan en su interior protones y electrones. En menor cantidad irradia luz infrarroja, ondas de radio y luz visible.
La Superonda empuja polvo cósmico con partículas metálicas reflectivas hacia el Sistema Solar.
Cuando la Súper onda es muy intensa empuja, en su camino hacia el Sistema Solar, grandes cantidades de polvo cósmico interestelar, rico en partículas metálicas de iridio. Por su origen extraterrestre, el iridio es un elemento muy raro en nuestro planeta. Éste nos llega, mezclado con polvo cósmico, en cometas y asteroides que impactan la Tierra. Hace 13.000 años, cuando la súper onda llegó a nuestro Sistema Solar, esas partículas metálicas de iridio que son reflectivas, actuaron como un espejo que devolvió los rayos solares que se dirigían hacia el espacio exterior, de vuelta hacia el Sol. Ésto produjo un incremento en la generación de fáculas (puntos brillantes), manchas (puntos oscuros) y explosiones de plasma que aumentaron la irradiación del Sol. Esta inusual aumento de energía elevó la temperatura del planeta, lo que inició el derretimiento del manto de hielo que lo cubría. El clima cambió abruptamente, el agua evaporada generó una fuerte e incesante lluvia, se elevó el nivel del mar y comenzaron a inundarse las ciudades costeras de la civilización Atlante.
Las partículas de iridio actuaron como un espejo que concentró energía en el Sol, lo que incrementó su actividad.
El descubrimiento se produjo al encontrarse una altísima concentración de berilio-10 y de polvo cósmico con iridio, preservados en una muestra extraída en Vostok, Antártida, de una capa de hielo que estuvo expuesta al aire libre hace 13.000 años. El isótopo de berilio-10, que es uno de los metales más livianos, solose produce cuando rayos cósmicos de alta energía chocan con átomos de nitrógeno y de oxígeno en la atmósfera. La inusual concentración de polvo cósmico con partículas de berilio-10 y de iridio, permitió deducir que solo una Superonda de energía pudo haber traído el iridio del espacio exterior y generado el berilio-10 en la atmósfera.
Este descubrimiento despertó el interés por estudiar muestras de hielo de los últimos 145.000 años, para saber si este fenómeno se había repetido en el pasado. Y se amplió la investigación a las variaciones de temperatura del aire en ese mismo período, que quedan registradas en los núcleos de hidrogeno pesado preservados en el hielo. Esto permitió descubrir una correlación muy cercana de ascensos y descensos de temperatura en el planeta, con concentraciones de isótopos de berilio-10 y de partículas de iridio, en intervalos aproximados de 26.000, 52.000, 78.000, 104,000 y 121.000 años. Es decir, los mismos intervalos determinados por el Gran Ciclo Cósmico y la Precesión de los Equinoccios.
De otro lado, el Telescopio Espacial Hubble, ha permitido comprobar que este fenomeno también ocurre en otras galaxias que, además de tener núcleos masivos similares al que tiene el centro de nuestra Galaxia, emiten flujos similares a los de la hipótesis de La Violette. Alternan emisiones de alta energía con largos períodos de inactividad.
En 1993, la sonda interestelar Ulises de la Nasa detectó nubes de polvo cósmico moviéndose en dirección a la tierra. Esto parece indicar que, el fenómeno que ocasionó el aumento de temperatura que provocó el Diluvio, se puede estar repitiendo ahora con menor intensidad, porque la temperatura solo a aumentado cerca de 1º en los últimos 20 años. Como vimos, la onda irradiada en la mitad del Gran Ciclo es menos intensa. A su vez, en1996 el Amor radar, Advanced Meteor Orbit Radar en Nueva Zelanda también detectó un fuerte flujo de partículas procedentes del centro de la galaxia.
¨Falsos amaneceres¨ en el hemisferio norte tambien confirman que está llegando polvo cósmico con iridio a la Tierra. Muy temprano en la madrugada sus reflejos iluminan la oscuridad, como si estuviera saliendo el Sol.
La explosión de los restos de una supernova en la atmósfera aceleró el cataclismo.
LaViolette también afirma en su estudio que la energía periódica de la Superonda, hace explotar estrellas inestables que se encuentran al final de su vida útil, convirtiéndolas en supernovas. Esta afirmación nos lleva a la segunda hipótesis, a la posibilidad de que un evento sincrónico acelerara súbitamente lo que sucedía en ese momento, acelerando el cataclismo que destruyó casi toda la población sobre la Tierra. Es probable que, el aumento en la temperatura que derretía el manto de hielo, se volviera cataclísmico con la llegada de restos irradiados por una supernova que explotó en la atmósfera del planeta. De acuerdo con el geólogo Allen West y el oceanógrafo Jim Kenneth, científicos de la Universidad de California, y con el químico nuclear Richard Firestone, del Lawrence Berkeley National Laboratory, hay pruebas concluyentes de que hace 13.000 años un cometa explotó en la atmósfera de la Tierra.
Restos de una supernova explotaron en la atmósfera acelerando el cataclismo.
Este cometa sería parte de los restos de una supernova (una estrella enana blanca) que explotó al término de su vida útil hace aproximadamente 39.000 años. De unos 4 kms de ancho, habría explotado sobre el cielo entre Canadá y Norteamérica, cerca de la región de los grandes lagos. El bólido celeste, no era sólido como el que cayó hace 65 millones de años sobre Chicxulub, México, generando la extinción de los dinosaurios. Habría sido una masa poco consolidada de rocas, hielo y otros materiales de baja densidad, que estalló al entrar en la atmósfera. La explosión generó una bola de fuego que vaporizó lo que se encontraba en un área de unos 300 kms de radio y un huracán de viento ardiente encendió la vegetación del continente entero. Simultáneamente esparció, sobre gran parte del hemisferio norte, una gran cantidad de polvo cósmico y partículas de iridio que luego fueron detectadas por este cuerpo de científicos en muestras del suelo de diferentes lugares de Norteamérica, Canadá y en el hielo de Groenlandia
La explosión terminó de desestabilizar la capa de hielo Polar Ártico que ya se estaba derritiendo, provocando un masivo desprendimiento que al caer súbitamente al mar, causó un gigantesco tsunami que arrasó todos los continentes. Debido a la violenta y poderosa explosión, las capas tectónicas que conforman la corteza terrestre chocaron las unas con las otras generando erupciones volcánicas y terremotos en todas partes. Los dos volcanes de la Atlántida explotaron, la tierra se abrió y una ola tan alta como una montaña de 900 metros arrasó con su capital Poseidonis. Al explotar la masa del cometa, el polvo cósmico que éste traía se esparció oscureciendo el cielo, produciendo un efecto invernadero que impidió que el calor escapara. Esto elevó aún más la temperatura, terminando de derretir el manto de hielo que había cubierto al planeta durante millones de años. Las versiones sumerias, egipcias, y del génesis nos dicen que llovió día y noche durante 40 días. Un gigantesco volumen de agua se precipitó sobre los océanos, elevando el nivel del mar en 120 metros y sumergiendo gran parte de los continentes bajo las aguas. Los restos de la Atlántida desaparecieron en el fondo del mar.
Platón también cuenta la historia del cometa.
Curiosamente, Platón relata la misma historia en los diálogos en que describe a la Atlántida. En su relato, Faetón, un cometa hijo de Helios, el Sol, que trataba de mantener los caballos del carruaje de fuego de su padre por el sendero de la eclíptica, muere estrellado contra la Tierra, quemando casi todo lo que había. Esto parecía parte de una fábula pero hoy descubrimos que realmente describe los movimientos del cometa que generó la explosión de fuego sobre la tierra, lo que desencadenó el cataclismo y el Diluvio Universal.
No quedan rastros de la cadena de islas Atlantes.
El cataclismo cambió fundamentalmente la superficie de la Tierra. Enormes cantidades de barro, arena y tierra se acumularon sobre valles y montañas, lo que hizo surgir una nueva topografía, nuevos lagos y una nueva línea costera. La isla de la Atlántida, que se encontraba sobre los bordes de tres placas tectónicas que chocaron entre sí, se fracturo deshaciendose y se hundió a través de la fractura de Atlantis en el magma hirviente de la tierra. Sin embargo, el cambio más grande en el planeta, fue la desaparición del manto de hielo que cubría los continentes. Ésto elevó la temperatura media del mar permitiendo que hoy disfrutemos de un período cálido entre las glaciaciones que habitualmente han cubierto el planeta.
Hace 13.000 años, los Sacerdotes de la Escuela de Misterios de Naacal en la Atlántida disponían de información recopilada durante miles de años. Calendarios que les permitieron calcular con anticipación que el final del Gran Ciclo se aproximaba. Cuando se dieron cuenta que la temperatura aumentaba drasticamente y que el nivel del mar se estaba elevando, alertaron a su pueblo del peligro potencial que esto representaba para una Isla como la Atlántida. Ellos temían, que estas alteraciones coincidiendo con el final del Gran Ciclo Cósmico, podrían amplificarse peligrosamente. Por lo tanto, prepararon barcos especiales, sellados por todos los lados para soportar los embates de las aguas, mientras veían como su pueblo, deleitado con un clima más benigno y dedicado a las satisfacciones materiales y al hedonismo, no escuchaba sus advertencias. Antes del momento final, y decididos a sobrevivir para sembrar una nueva civilización después del cataclismo que veían venir, salieron de la Atlántida hacia el Este. En ese momento, los vapores del deshielo generaron una lluvia constante y el nivel del mar comenzó a elevarse rápidamente. Las lluvias se convirtieron en un Diluvio Planetario y es probable que en ese momento los restos de la Supernova, una estrella al final de su vida útil que había explotado mucho tiempo atrás, llegaran a la Tierra. Los restos explotaron al entrar en contacto con la atmósfera sobre los grandes lagos de lo que hoy es Canada, provocando choques entre las placas tectónicas y el hundimiento de la civilización Atlante bajo las aguas. El progreso de la humanidad se detuvo súbitamente, dando comienzo a un período de 13.000 años de oscuridad. La historia nos ha demostrado que las civilizaciones se elevan, caen y antes de surgir una nueva, sobreviene un período de oscuridad y de regresión intelectual, en el que la ignorancia deforma o destruye gran parte de los logros alcanzados.
Sacerdotes Atlantes sobreviven el Diluvio con la semilla de nuestra civilización.
El caos separó los barcos de los pocos que sobrevivieron el cataclismo que destruyó a la Civilización Atlante. Sin embargo, y a pesar del caos que separo los barcos de los pocos Atlantes que lograron ponerse a salvo, al menos dos grupos lograron sobrevivir. A pesar de no haber previsto la explosión del cometa y el súbito cataclismo que desencadenó, un valioso tesoro de la civilización Atlante representado en la semilla de su conocimiento bien pudo ser preservado para la posteridad. Cuando el temporal amainó llegaron a lugares separados por miles de kilómetros en la Mesopotamia Sumeria y en el valle del río Nilo en Egipto. Llevaban con ellos mucha información. Un modelo científico de la realidad resultado de la observación, registro y análisis de la naturaleza, de los movimientos de los astros y del comportamiento del hombre durante miles de años.
Gracias a ese legado, 75 generaciones después, pudieron surgir totalmente maduras las civilizaciones Sumeria y Egipcia, que fueron las raíces paralelas de las que se derivaron todas las culturas posteriores. Los Olmecas, la ¨cultura madre¨ de los Mayas, recibió esa información de la rama Egipcia miles de años después. Descripciones del diluvio, de la gran inundación que produjo y de unos pocos sobrevivientes que sembraron nuevamente la civilización sobre la tierra¨, se registran en los libros sagrados de todas las culturas antiguas. El arquetipo del Noé bíblico aparece en el sumerio Ziuzudra, el egipcio Nnu, el babilonio Atrahasis, el akkadiano Uptnashtim, el caldeo Xisuthrus y el zoroastriano Yima.
Es posible que unos mil sacerdotes y sacerdotisas de la Escuela de Misterios de Naacal de la Atlántida, llegaron a un largo oasis, a una franja de tierra fértil que bordeaba un caudaloso río protegida por un vasto desierto. La llamaron Kemet, que significa tierra negra, territorio que tiempo después sería conocido como Egipto. Un lugar con unas condiciones excepcionales para gestar una nueva civilización, dedicada al perfeccionamiento espiritual. Desde allí, concibieron un plan, que tomaría miles de años en ejecutarse, para repoblar la tierra y elevar la consciencia de sus descendientes. Plan que también contemplaba la manera de transmitir a sus descendientes la información verificada en carne propia sobre el Gran Ciclo Cósmico. Ellos sabían que un nuevo período de 26.000 años comenzaba para la humanidad. Que dentro de 13.000 años volvería a repetirse el Momento Evolutivo de intenso cambio que la civilización Atlante había experimentado en la mitad exacta del Gran Ciclo que acababa de finalizar.
GRAN CICLO CÓSMICO ZODIACAL Y CIRCUMPOLAR DE 26.000 AÑOS.
Ese es el tiempo en que el eje polar de la tierra da un giro completo de 360º ajustado a la forma de un cono virtual, lo que va cambiando su orientación hacia las 6 Constelaciones Circumpolares, las que brillan sobre el Polo Norte. Ese movimiento permite que 6 distintas estrellas se alternen para situarse cada 4.320 años sobre el Polo, hoy brilla allí, Polaris de la constelación de la Osa Menor. Simultáneamente las constelaciones zodiacales también se desplazan frente al horizonte terrestre. El Zodíaco que los egipcios heredaron de los Atlantes tenía 12 constelaciones, mientras que los Mayas diseñaron uno propio dividiendo las estrellas de la bóveda celeste en 13 constelaciones. Este desplazamiento es llamado la ¨Precesión de los Equinoccios¨ por la ciencia actual y es la base del Gran Ciclo Cósmico. La Tierra ocupa el punto rojo en el centro de la gráfica, bajo las constelaciones circumpolares.
En la Esfinge y en el Zodíaco están las claves Atlantes que nos revelan las fechas del intervalo en que opera el Gran Ciclo.
Inmediatamente después del Diluvio, los Sacerdotes Atlantes decidieron tallar un megalito de piedra con la forma de una Esfinge. Serviría como clave, de manera que al descifrar su enigma, tuviéramos acceso a su antigua información de Sabiduría. De esta manera el conocimiento sobre el orden del universo quedaba protegido de la ignorancia que sabían sobrevendría con el paso del tiempo. La dejaron como una señal de tamaño planetario para que lograra sobrevivir el paso de los siglos, con las claves del intervalo en que se manifiesta el Gran Ciclo Cósmico.
Relacionaron esas claves con el reloj mas preciso que conocían: El desplazamiento del día de los Equinoccios, que cambia la posición de la tierra frente a las Constelaciones del Zodíaco. Un mapa de las estrellas que habían construido a lo largo de miles de años, uno de los conocimientos más extraordinarios que su civilización había reunido sobre el orden del universo. En su Plan se encargarían de dejar ese mapa bien claro, como un legado a sus descendientes.
Hoy sabemos que, una a una, las 12 constelaciones de estrellas en la bóveda celeste se pueden apreciar, al pasar frente al horizonte terrestre, mientras dan un giro de 360º que tarda 26.000 años. El movimiento que la ciencia actual llama la ¨ Precesión de los Equinoccios¨, el cual veremos en detalle más adelante. Los sacerdotes atlantes sabían que ese movimiento corresponde a los intervalos que regulan la emisión de energía, desde el centro de la galaxia. El Eje entre dos de esas constelaciones, Leo y Acuario, divide el Zodiaco y la bóveda celeste y marca los momentos en que el centro de la Galaxia irradia la Superonda que incrementa la actividad del Sol. El primero de esos momentos sucedió al finalizar el Gran Ciclo pasado cuando la civilización Atlante se hundió bajo las aguas y el segundo lo estamos experimentando nosotros ahora. Leo marca el punto inicial de cada Gran Ciclo y 26.000 años después de haber dado un giro de 360º, marca también su punto final. Acuario marca el punto medio del Gran Ciclo. El momento en que la humanidad termina el ciclo más primitivo, instintivo y difícil en esta etapa de su evolución. Cuando liberamos nuestra mente de la animalidad original, y terminamos nuestra fase de desarrollo instintivo. La Esfinge simboliza este momento, cuando se asoma saliendo de la tierra frente al horizonte a observar el cosmos para entender que tiene un orden perfecto. Representa el momento en que nos elevamos sobre los hombros de la nuestra animalidad, cuando realmente somos libres porque tenemos la información de sabiduría, que nos permite decidir conscientemente hacia qué dirección dirigimos nuestro perfeccionamiento.
El cuerpo de León revela que Leo estaba en el cielo cuando sucedió el Diluvio. Su cabeza humana, revela que Acuario es el punto intermedio del Gran Ciclo Cósmico de 26.000 Años
El cuerpo de la Esfinge, con su forma de león orientado hacia el este, nos indica el momento en que fue tallada: Hace 13.000 años, inmediatamente después del diluvio, cuando en el horizonte frente a ella brillaban las estrellas de la constelación de Leo. Su cabeza de hombre tiene la segunda clave del intervalo: Observa hoy, en el mismo punto en el horizonte por donde salía la constelación de Leo hace 13.000 años, a la constelación de Acuario. Única constelación cuyo símbolo es un hombre. (Si el intervalo terminara en Géminis, el otro símbolo con figuras humanas en el Zodíaco, la esfinge tendría dos cabezas). Acuario representa al hombre que riega la tierra sembrada con dificultad y esfuerzo durante los últimos 13.000 años. Riega con las aguas de la sabiduría acumuladas por la humanidad durante ese período. Su mensaje ilustra la extraordinaria oportunidad que tenemos los que encarnados en estos tiempos, para generar un orden nuevo, una época dorada y de saber para toda la humanidad.
Los sacerdotes Atlantes, además de tallar la Esfinge con su mensaje cifrado, estructuraron un método para revelar durante los siguientes 13.000 años, que existe un Plan Supremo, un Orden Sagrado que determina la evolución de la humanidad. La secuencia de eventos y experiencias de aprendizaje que necesitamos vivir para comprender y tener la certeza de lo que es verdad: la neutralidad, la armonía, el respeto, la tolerancia, la incondicionalidad y la serenidad, que son las características y cualidades esenciales del Amor
Cada fase de su plan se desarrollaría en el tiempo en que tarda una constelación zodiacal en desplazarse frente a la Esfinge durante el Gran Ciclo Cósmico. Cada Era tendría una lección de vida distinta que enseñarnos. Serían las estrellas las que determinarían cuándo cambiar el foco de estudio de un tema a otro. Los Atlantes creían en la reencarnación, una creencia que transmitieron a sus descendientes. Creían que los hombres nos perfeccionamos acumulando comprensiones sobre el orden del universo y sobre el amor que lo fundamenta. Que logramos esa comprensión a través de infinidad de experiencias y correspondencias de aprendizaje durante muchas vidas. Al reencarnar repetidamente sobre el planeta, en diferentes Eras, vamos recibiendo las diferentes lecciónes de vida, en sincronía con la secuencia, ordenada y diseñada por el Plan Supremo, para garantizar la evolución de nuestra consciencia. La reencarnación permite adoptar distintos puntos de vista sobre la realidad, tomar libremente muchas decisiones ante infinidad de eventos para aprender con los resultados que obtenemos. Logramos comprensiones sobre lo qué es verdad en el universo fundamentados en una sola premisa: Lo que es falso solo puede producir sufrimiento, lo que es verdadero solo puede producir armonía. Así, en muchas vidas pasamos de ignorantes, instintivos y reactivos, casi animales, a seres humildes, tolerantes, neutros ante la diversidad y respetuosos del libre albedrío de los demás.
Debieron pasar 75 generaciones, para que los pocos sobrevivientes del Diluvio alcanzaran una población suficiente que pudiera manifestar la que hoy se conoce como la civilización Egipcia. Ésta surgió como una cultura ya madura, rica en conocimientos, con una organización social extraordinaria y con un nivel que nunca fue igualado en todo su desarrollo posterior. Su plan también dejó establecido que cuando la población de sus descendientes en Egipto, alcanzara el millón de habitantes, se prepararan grupos que llevaran el conocimiento a otros lugares del planeta. Esto garantizaría una repoblación más uniforme sobre la Tierra y el florecimiento de ramas paralelas que desarrollarían nuevas culturas. Como veremos más adelante, varias características del llamado pueblo Olmeca, permiten afirmar que sus antepasados tomaron esa antorcha y, del África, la llevaron por mar a Mesoamérica, para que luego sus descendientes dieran lugar allí, a la Cultura Maya.
Veremos cómo los Olmecas y los Mayas actualizaron constantemente una Cuenta Regresiva, la cual también termina en nuestro tiempo, que tiene la misma función de la Esfinge: Mantener enfocada la consciencia del hombre sobre el Gran Ciclo y los momentos evolutivos que éste genera, en sincronía con el Plan Supremo, para impulsar la evolución de la consciencia de todos los seres humanos sobre la tierra.