Los cuerpos espiritual, mental, astral, etérico y físico
La filosofía maya nos dice que los seres humanos estamos conformados por 5 cuerpos distintos que coexisten en distintas dimensiones, las cuales van de lo etéreo y espiritual a lo denso y físico. El más sutil de todos es nuestro cuerpo espiritual, al que llamaron In’han, que significa “Ser de Luz”. Se encontraba en las dimensiones superiores de la realidad, donde permanecía como observador neutro e imparcial de las experiencias del alma.
Veían al Alma –a la cual llamaban Pix’Han, que quiere decir “Forma del Ser”– como el contenedor de los otros cuatro cuerpos. En su visión, el Espíritu es eterno, en tanto que el alma es temporal. El espíritu que es creado inocente y sin información, por su naturaleza neutra y divina no puede experimentar con lo que es falso. Para eso es creada el alma –que depende del espíritu– como un intermediario entre lo sutil y lo físico, que experimenta con los contrastes entre lo falso y lo verdadero para obtener comprensión. Después de la muerte el alma le entrega al espíritu las comprensiones y certezas que obtuvo sobre el orden del Universo y sobre lo que es la verdadera esencia del amor –la neutralidad, la humildad, la tolerancia, la flexibilidad, la gentileza y la incondicionalidad– que siempre generan resultados de armonía en la vida. De esta manera, al acumular las comprensiones que le entrega el alma, el espíritu evoluciona sin contaminarse
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El alma contiene y “anima” con su fuerza vital a los otros cuatro cuerpos: el primero de ellos es el cuerpo mental, al cual los mayas llamaban Hol K’uh, que significa “mente del Ser”. La mente es nuestro supremo procesador. Recibe las emociones para transformarlas en sentimientos que luego convierte en pensamientos, decisiones y en acciones. Contiene el sistema de creencias que da forma a nuestra personalidad; lo que hoy llamamos Ego y todos los componentes de nuestra identidad individual. El segundo cuerpo contenido por el alma es el Astral o Emocional, al que llamaban Ki K’uh, que significa “corazón del Ser”. Es el que procesa las emociones y sensaciones recibidas de nuestro Cuerpo Físico a través de nuestro Cuerpo Etérico. A nuestro tercer cuerpo lo llamaban Sakal K’uh, que significa “Ser que resplandece”. Hoy lo llamamos cuerpo Etérico o cuerpo de energía y sabemos que estructura en su interior al sistema de los siete Chakras. Siete centros sutiles de procesamiento energético ubicados sobre la columna vertebral, directamente conectados a los sistemas endocrino y nervioso central en el cuerpo físico. Se encargan de captar, transformar y distribuir las energías en todas las frecuencias del campo electromagnético, provenientes de la tierra y del cosmos. El cuarto y último cuerpo es el físico material, que es realmente energía densificada en la tercera dimensión. Los mayas lo llamaban Widil-lil, que significa “Ser en vibración constante”. En la visión maya el alma comienza a acumular información desde el momento de la concepción –cuando entra como energía vital a la matriz de la madre– para impulsar el desarrollo simultáneo de los cuatro cuerpos que componen a un ser humano. Las características y cualidades de los 260 días que dura el embarazo –un giro del Tzol’Kin maya– fijaran los atributos que tendrá la personalidad, el DNA fijará la correspondencia del cuerpo con el alma. El espíritu –imbuido por las energías cósmicas del momento del nacimiento– entra al cuerpo con la primera bocanada de aire, para conectar con el alma e imprimirle las correspondencias de aprendizaje que habrá de experimentar en la vida que comienza. Simultáneamente fija en el cuerpo mental las comprensiones adquiridas en las reencarnaciones pasadas, las cuales se manifestarán como dones y talentos.
El alma y el espíritu corresponden a dos escalas distintas, tanto de espacio como de tiempo
Estas dos escalas del ser, alma y espíritu se corresponden con dos escalas en su espacio sagrado. Una escala menor –la del alma– a nivel del Sistema Solar. Otra escala mayor –la del espíritu– a nivel de las estrellas, del centro galáctico y del Cosmos. Los procesos del alma y de la identidad individual son cortos en términos universales, puesto que duran entre 70 y 90 años, el promedio de una vida humana. Intervalo suficiente para que en los primeros 7 años de vida, los padres, las relaciones familiares, la cultura y la religión del lugar donde se escogió nacer, implanten la mezcla de creencias falsas y verdaderas que conforman el Ego y luego se tenga el tiempo necesario para localizar las que son falsas y “desinstalarlas” conscientemente. Esas falsas creencias nos impulsan a actuar de manera equivocada, lo cual nos genera conflicto y sufrimiento. Al buscar eliminarlo para alcanzar la felicidad, es cuando las localizamos. Este proceso nos permite comprender lo que es verdad en el Universo y encontrar las certezas sobre cuáles conductas, actitudes y maneras de ser generan siempre armonía en nuestra vida. Esas comprensiones y certezas son las que entrega el alma a nuestro espíritu en lo procesos que tienen lugar después de la muerte.
EL ZODIACOMAYARELACIONA LAS REENCARNACIONES DELHOMBRE Y LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD CON LAS CONSTELACIONES Y CON EL COSMOS. EL SOL Y LOS PLANETAS DETERMINAN EL DESTINODELALMA; EL CENTRO DE LA GALAXIA Y LAS ESTRELLAS, EL DELESPÍRITU.
El ESPÍRITU EVOLUCIONA ACUMULANDO LAS CERTEZAS PRODUCIDAS POR MUCHAS VIDAS
Los mayas creían en la reencarnación. La llamaron Ka’Put-Sigil, que significa “volver a experimentar la vida”. Es a lo largo de muchas vidas que el espíritu acumula las comprensiones sobre el orden inherente en el universo, obteniendo cada vez más sabiduría y perfección. En ese proceso evolutivo nuestro espíritu se vale de muchas almas, muchas personalidades y vidas distintas. Éstas le permiten acumular la comprensión necesaria para “graduarse” y salir iluminado de esta etapa de Ser humano. Los procesos de nuestro espíritu diferenciado –en contraste con los de nuestra alma– son de una escala de tiempo enorme y se miden en Grandes Ciclos Cósmicos: Su transformación de inocente en sabio le toma aproximadamente dos Grandes Ciclos Cósmicos (52.000 años), tiempo en el cual puede experimentar dos desarrollos distintos –como el de la civilización Atlante y la actual– y, de acuerdo con mayas y egipcios, entre 700 y 1.000 vidas para llegar a la iluminación. Luego –ya como Maestro Ascendido– se toma otros dos Grandes Ciclos Cósmicos enseñando lo aprendido, como guía de entidades encarnadas aún no iluminadas. La iluminación, que es una transformación de Ser humano en Ser de luz, libera de las limitaciones materiales y hace a la consciencia continua, para que jamas vuelva a ser interrumpida por la muerte. Así, pasa a ser una entidad inmortal, que puede entrar y salir voluntariamente de la materia. Sin embargo, continúa evolucionando en otra escala y en otra realidad.
La relación entre las características temporales del alma y las características eternas del espíritu, es correspondiente con la relación de escala espacial existente entre el Sistema Solar y la Galaxia. Igual sucede con la relación de tiempo, puesto que en el interior del Sistema Solar todo cambia muy rápidamente, mientras en la galaxia hay una estabilidad mayor y los cambios son mucho más lentos. Las estrellas están a unas distancias enormes de la Tierra, comparadas con las distancias que existen en el interior de nuestro Sistema Solar. Existe un gigantesco espacio vacío fuera del Sistema Solar hasta llegar a las estrellas. Alfa Centauro –la estrella más cercana– se encuentra a 4,3 años-luz. Es decir, que la luz, que en un segundo da 7 vueltas y media a la Tierra, se tarda 4,3 años para llegar hasta aquí.
EL CENTRO GALÁCTICO REPRESENTA AL ESPÍRITU DIFERENCIADO Y DETERMINA EL DESTINO MAYOR
Por correspondencia, el Sol en el Sistema Solar representa al Alma, y el Centro Galáctico en el Cosmos representa al espíritu. El espíritu es eterno y transpersonal, evoluciona con las comprensiones que le entregan una sucesión de almas en muchas vidas. El Centro Galáctico que lo representa, es una entidad que ordena billones de soles y sistemas solares, los cuales conforman una unidad con forma de espiral. Es similar al espíritu, que no está asociado a un solo cuerpo, sino a muchos, de los cuales se vale en cientos de reencarnaciones. Sólo a través de las experiencias en carne propia surgen en nuestro interior las comprensiones y certezas sobre cómo funciona todo a nuestro alrededor. Son los resultados que obtenemos, al decidir libremente cómo actuar ante los eventos que suceden, los que nos permiten aprender –por prueba y error– qué conductas generan armonía, paz interior y felicidad en nuestras vidas. Es precisamente la búsqueda de esa felicidad la que nos impulsa a aprender y a autotransformarnos, en el larguísimo proceso –nos toma muchas vidas– que nos conduce a la perfección y a la iluminación. Encarnamos entonces para experimentar, puesto que es a través de las experiencias que iluminamos nuestras ignorancias y oscuridades. Son éstas las que evidencian las falsas creencias que conforman nuestro Ego y las que transforman un ser ignorante, arrogante, reactivo e insensible, en un ser sabio, humilde, sereno, justo y gentil.
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Todos tenemos entonces un Destino Mayor, una sucesión de eventos y experiencias genéricas comunes, que debemos vivir para obtener las comprensiones que potencien esa libre autotransformación y garanticen nuestra iluminación. El Destino Mayor es colectivo, pero nuestro espíritu –guiado por el Maestro Ascendido– lo ajusta a nuestro propio recorrido. Quiere decir entonces que el Destino Mayor individual es el que ordena y secuencia las experiencias, los atributos de personalidad y las características de identidad que necesitamos adoptar y vivir en toda nuestra cadena de reencarnaciones.
El Destino Mayor es activado por las constelaciones, que son las que implantan con sus energías e influencias, el tipo de personalidad que queremos adoptar. Lo hacen en dos escalas: Una mayor, que determina la energía y la influencia predominante de cada constelación en un intervalo muy grande de tiempo al cual llamamos Era –los mayas dividieron el Gran Ciclo Cósmico de 26.000 años en 13 eras de 2.000 años, una por cada una de sus 13 constelaciones–. Otra menor, la cual actúa a una escala más corta, a través de la correspondencia que tienen las 13 constelaciones con las 13 lunaciones de cada año solar. Es en la lunación correspondiente al momento del nacimiento, cuando le imprimen al alma el tipo de personalidad que decidimos tener de acuerdo con nuestro Destino Mayor.
Después de cada muerte –una vez decididas las experiencias que vamos a tener en la siguiente reencarnación– se conforma nuestro Destino Menor. Las correspondencias que necesitamos para aprender, el lugar donde necesitamos nacer, las relaciones que necesitamos tener, los recursos de que dispondremos, el tipo de cuerpo y estado de salud con el que queremos experimentar en esta vida. También se determinan los Eventos de Destino, las situaciones difíciles que –al cambiar súbitamente el orden existente en nuestras vidas– generarán las comprensiones más importantes. Son las posiciones armónicas, las influencias y las energías que inducen el Sistema Solar, el Sol, la Luna y los planetas los que fijan el Destino Menor y los que activan, en el momento adecuado con sus movimientos cíclicos, los Eventos de Destino.
EL ESPÍRITU, EL DESTINO MAYOR Y LA LEY DE CAUSA Y EFECTO DETERMINAN EL TIPO DE REENCARNACIÓN QUE NECESITA LA CONSCIENCIA
Nuestro espíritu decide el tipo de vida que experimentaremos en la siguiente reencarnación. Esta decisión se toma con base en los errores cometidos por nuestra alma en la vida que recién terminó. Los hombres estamos sujetos a la Ley de Causa y Efecto. Es ésta la que nos permite crear cualquier cosa que deseemos experimentar, la que nos da la libertad para decidir y actuar con base en el sistema de creencias que cada uno de nosotros tiene. Sin embargo, también nos obliga a experimentar en carne propia los efectos que producen nuestras creaciones y los errores que podamos cometer. Esa es la manera en que asumimos la responsabilidad de nuestras decisiones, acciones y omisiones. No obstante, muchas de las creencias que fundamentan nuestras decisiones son falsas sin nosotros saberlo. Tan sólo podemos reconocer y diferenciar lo verdadero de lo falso por los efectos que producen en nuestra vida. Lo verdadero siempre produce armonía, belleza y abundancia, lo falso siempre genera angustia, sufrimiento, conflicto, perdida de energía vital, depresión y enfermedad. Las creencias falsas que aún no hemos detectado nos inducen a cometer errores, los cuales nos generan sufrimiento. El error hace evidentes las conductas equivocadas que necesitamos corregir para poder alcanzar la felicidad que todos deseamos. El error cometido le indica a nuestro espíritu lo que nos falta por aprender. Esto facilita definir lo que necesitamos experimentar para obtener las comprensiones necesarias para evolucionar. Nótese que no se trata de un castigo; el Universo no penaliza el error que nos permite evolucionar ni tampoco enjuicia nuestras conductas. Podemos decidir tomar la lección en la siguiente vida, o en dos o tres más adelante; el Universo no tiene prisa. En esta visión maya, lo que hoy llamamos Karma, es realmente lo que nos falta por aprender. La Ley de Causa y Efecto no es una Ley del Talión, de “ojo por ojo y diente por diente”.
Constelaciones circumpolares en lo alto de la bóveda celeste. El eje de la Tierra se orienta hoy hacia Polaris, la brillante estrella de la Osa Menor.
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El Centro Galáctico –a través del Gran Ciclo Cósmico– marca el ritmo de las emisiones periódicas de energía que producen la rápida transformación que los mayas llamaron “El Tiempo del No-–Tiempo” y los cataclismos que se suceden cada 26.000 años. Crea eventos en los cielos que tienen correspondencia con Eventos de Destino planetarios, los cuales afectan a toda la humanidad y transforman o ponen fin al orden desarrollado por nuestra civilización. El Orden Supremo busca garantizar la existencia de una diversidad de situaciones, experiencias, desarrollos sociales y civilizaciones que permitan una infinidad de puntos de vista y comprensiones diversas, para que el hombre llegue a comprender que la verdadera esencia de Dios –el amor– es también nuestra esencia, para que cada nueva reencarnación amplíe nuestra percepción de la realidad, puesto que las experiencias que encontramos en cada reencarnación son definitivamente distintas. La precesión de los equinoccios, ese movimiento que cambia la orientación del eje de la Tierra hacia las estrellas Circumpolares –ubicadas sobre el Polo Norte del planeta–, giro que se ajusta a la forma de un cono virtual, también se sincroniza con el Gran Ciclo Cósmico y es, por ende, dependiente del Centro Galáctico. Las Constelaciones Circumpolares eran consideradas eternas por los mayas –porque nunca se ocultaban tras el horizonte y eran siempre visibles–, por lo tanto eran las más relacionadas con el espíritu. Se ubican sobre la corona del planeta y sus energías entran directamente a través del eje al corazón de la Tierra, desde donde son irradiadas –como la fuerza vital femenina que condensa la energía en materia– hacia la superficie, para impulsar el crecimiento de la naturaleza y sostener los procesos vitales y mentales del Ser humano.
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Ese mismo giro del eje polar del planeta –ajustado a un cono– produce los desplazamientos de las llamadas constelaciones zodiacales, por el horizonte detrás del Sol. En su desplazamiento, estas constelaciones producen las variaciones de energía y de frecuencia vibratoria que trae cada era. Lo cual impulsa grandes cambios en la manera de pensar; en la historia, en las civilizaciones y en las interrelaciones sociales. Es evidente la sincronía entre el cambio de constelación y una de las mayores transformaciones de nuestra historia. En el paso de la Era maya del Zorro a la Era actual del Jaguar, desaparecieron la civilización egipcia y la escuela de misterios de El Ojo de Horus, además de los ritos iniciáticos egipcios y griegos. La era presente trajo la fuerza como medio para difundir las creencias y con ello el oscurantismo religioso, la inquisición, el materialismo científico y el individualismo dominante sobre los asuntos colectivos.
Existe una sincronía entre los eventos en los cielos y lo que le ocurre a la humanidad en la Tierra. Fue para encontrar el tipo de influencias y de potencialidades que inducían la energía de las estrellas en el hombre, en su Destino Mayor y en la evolución de su consciencia, que los mayas desarrollaron su Zodíaco. Buscando develar el mundo perfecto de las divinidades desarrollaron el concepto de la Tierra en el centro de una sucesión de 13 bóvedas celestes, 13 niveles o dimensiones, en el cual cada esfera estaba contenida por otra que le seguía en tamaño, algo más grande, a la manera de un Universo Geocéntrico. En esas bóvedas celestes vivían las Oxlahun K’uhul Oob, que significa las 13 Divinidades. Entre más alta era la bóveda en que estas Jerarquías celestes habitaban, era mayor el nivel de información, energía y poder que tenían. A partir de la primera esfera con respecto a la Tierra ubicaron los fenómenos naturales, las ventiscas, vendavales, tornados, huracanes, tormentas de nieve, rayos, centellas, lluvia, granizo, nubes, neblina y rocío. En la segunda esfera ubicaron los fenómenos cósmicos que cambian el orden en los cielos, como meteoritos y cometas. En la tercera esfera ubicaron la Luna y los planetas del Sistema Solar. En la cuarta esfera ubicaron el Sol y en la quinta esfera ubicaron las estrellas como si estuvieran todas a la misma distancia. La realidad es que las estrellas de una misma constelación están a distancias diferentes y en muchos casos pertenecen a distintas familias de estrellas. Sin embargo, la irradiación y la frecuencia vibratoria que emite el área del cielo donde se encuentran, es la media que resulta de considerarlas a todas como una unidad. La Energía de todas las estrellas no es igual, emanan energía en distintas frecuencias vibratorias que van desde los rayos gamma hasta las ondas de radio, en el inmenso espectro de energía electromagnética, y brillan en distintos colores con diferentes intensidades de luz visible. Son fuentes de ondas estacionarias con frecuencias vibratorias y características distintas.
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De manera práctica establecieron un cinturón por encima del Ecuador, sobre la bóveda de las estrellas, y lo dividieron en 13 áreas iguales limitadas –13 sectores de aproximadamente 28º–, cada una contiene un grupo de estrellas fijas en el cielo, que hoy conocemos como las constelaciones zodiacales mayas. Esta banda es particularmente relevante puesto que en esa misma región del cielo –vista desde la Tierra– orbitan los planetas de nuestro Sistema Solar. Allí también se encuentra la eclíptica, el camino que de manera aparente recorre el Sol cada año (la que realmente se mueve es la Tierra), movimiento que lo desplaza frente a cada una de estas constelaciones. Los mayas representaron la eclíptica como una serpiente con dos cabezas, una en cada uno de sus dos extremos. La posición del Sol con respecto a estas constelaciones determinaba el Glifo –que simbolizaba a la divinidad encarnada en esas estrellas– y los atributos que éste le imprimía a la persona al nacer.
Las estrellas más luminosas –hay muchas más que no pueden verse a simple vista– fueron unidas por los antiguos con líneas imaginarias; así conformaron las figuras simbólicas que representaban a las constelaciones sobre las áreas definidas en la bóveda celeste. Identificaron cada constelación con un animal, el “Círculo de Animales”, que los griegos habían denominado el Zodíaco. Para nuestras arrogantes mentes occidentales, “animal” significa bruto, bestia, tonto, el nivel más bajo en la escala evolutiva. Sin embargo, en tiempos pasados los animales eran considerados espíritus guardianes. Cada especie representaba a un principio de orden encarnado, un atributo o característica de personalidad. Los 13 animales encarnan a 13 distintos estados de consciencia, que corresponden a 13 principios de orden y a 13 distintas características de personalidad. El venado a la belleza y la sensibilidad, el zorro a la astucia y el jaguar al poder. El Códice París en sus páginas 23 y 24 ilustra a los 13 animales, escogidos cuidadosamente por los mayas, para simbolizar a las 13 constelaciones de estrellas de su Zodíaco. El Códice también establece que el Sol tarda 2.000 años mayas en pasar frente a cada una de las 13 constelaciones ocultándolas con su brillo. Lo que efectivamente “Eclipsa” a la que va quedando detrás de él, de ahí surge el término de “el Sol se mueve por la Eclíptica”. Un giro completo, por las 13 constelaciones zodiacales conforma el período de 26.000 años, al cual hoy llamamos el Gran Ciclo Cósmico. Una quinta parte del mismo equivale al intervalo de 5.200 años mayas, medida en la Cuenta Larga, que termina en el año 2012. A una escala más cercana, en cada año solar, las mismas 13 constelaciones se desplazan frente al horizonte terrestre, correspondiendo con las 13 lunaciones, las 13 órbitas alrededor de la Tierra que realiza la Luna en 13 períodos de 28 días cada uno. Las energías de esas constelaciones fijan –en el momento del nacimiento– los atributos de personalidad determinados por nuestro Destino Mayor. La reencarnación garantiza que recibamos a lo largo de distintas vidas la energía de todas esas constelaciones y experimentemos todos los procesos que éstas inducen. De esta manera el Plan Supremo asegura la evolución de nuestra consciencia.
ELEGOIMPIDEEL CONTACTO CON ELESPÍRITU
A pesar de que no podemos verlas durante el día, por la luz que irradia el Sol, las estrellas brillan todo el tiempo. Sólo aparecen cuando el Sol, el Ego, desaparece tras el horizonte. Es el Ego el que impide que nos relacionemos con nuestro espíritu. Sólo cuando lo trascendemos podemos contactar con nuestro Ser. Nuestra mente funciona como un péndulo, permanece comparando conceptos opuestos que realmente son complementarios. Sólo cuando se detiene, nuestro pensamiento se vuelve vertical y podemos hacer contacto con nuestro espíritu. Esto siempre nos permite “bajar” inspiraciones e intuiciones de las dimensiones más sutiles de la realidad. Los mayas expresaban esta manera de ver la realidad en las ofrendas simbólicas que hacían a sus divinidades. Incineraban en un brasero una pequeña soga circular a la cual habían atado con nudos triples una serie de plumas de colores. Los nudos representaban la sucesión de vidas temporales. Las plumas, las comprensiones alcanzadas en cada una de esas vidas, las que permitían a un ser humano transformarse en una serpiente emplumada, en un ser de luz libre de limitaciones materiales. La soga circular simbolizaba al eterno espíritu. Era su manera de ofrecer a Dios las comprensiones sobre el orden del Universo, que en su vida presente aportaban al proceso evolutivo de su espíritu.
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En el Zodíaco maya, los últimos 20 años de la Era del Jaguar y el final de la Cuenta Larga terminan en el año 2012. Actualmente estamos experimentando el intervalo que los mayas llamaron “El Tiempo del No-–Tiempo”, cuando el Sistema Solar se transforma –impulsado por la radiación del Sol– para ajustarse a las características del sector de la constelación del Halcón. El Ser-Jaguar es fuerte, veloz, impulsivo, instintivo y reactivo. Manifiesta siempre su fuerza para defender sus creencias, que generalmente son falsas, lo cual lo lleva al conflicto con los demás, a la pérdida de su energía vital y de su paz interior.
Desde lo alto, el Ser-Halcón puede observar simultáneamente todo el panorama y su más pequeño detalle. El gran panorama representa la intuición, mientras el detalle simboliza la razón. El Ser-Halcón manifiesta la sabiduría alcanzada en su proceso evolutivo, verdades verificadas, las cuales conserva como certezas sobre cómo actuar para generar siempre armonía, abundancia, paz interior y belleza en su vida. El Ser-Jaguar no tiene una visión espiritual integradora, que le permita comprender las cualidades esenciales y los atributos de los demás. El Ser-Halcón, en cambio, utiliza simultáneamente su razón y su intuición, su lógica y su sensibilidad, su capacidad de análisis comparativo y su capacidad de captar la totalidad. El cambio entre una era y otra es radical y trae como consecuencia un aumento de la energía vital, mayor capacidad de percepción, confianza absoluta en el orden del Universo y una conducta neutral y serena que no genera conflicto.
Como hemos, visto la inclinación del eje de giro de la Tierra y las rotaciones, órbitas y movimientos concatenados de todos los astros no suceden por casualidad: forman parte de un Plan Supremo que garantiza la evolución de la consciencia.
Los 13 Signos del Zodíaco mayareúnen la información encontrada por sus chamanes, sobre la diversidad de estados de ser, atributos y características que inducen las energías de las estrellas en el hombre. Influencia que representaron en las distintas cualidades de 13 animales. De esta manera el Cosmos facilita la aparición de experiencias y puntos de vista diferentes sobre la realidad en cada reencarnación, los cuales potencian la Evolución de la Consciencia. También entregan información sobre el cambio periódico –entre Eras– de actitud en la consciencia colectiva.
El ALACRÁN-SINAAN encarna el principio de la soledad, la introspección y la independencia. Es un sobreviviente nato, resistente a condiciones adversas en el entorno. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde lo tradicional. El Ser-Alacrán es enemigo del cambio, introvertido, analítico, metódico, práctico, eficiente, responsable, leal y fiel. Celoso, no perdona la infidelidad; es rencoroso y vengativo.
El MURCIÉLAGO-ZOTZ encarna el principio de la fortaleza interior, la claridad mental y la adaptabilidad a un entorno difícil, a una vida en medio de la oscuridad. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el liderazgo, la alta autoestima, la agilidad y la rapidez, busca la gestación de comunidad. Es autoritario, carismático, luchador, emprendedor, de carácter fuerte y decidido, impulsivo y pasional: hace y luego piensa. Hábil manipulador, consigue lo que se propone. El Ser-Murciélago es exigente, libre en extremo y con una fuerte personalidad.
LA TORTUGA-AAK encarna el principio de la tranquilidad, de la paz interior, el equilibrio y el consenso. Es introvertido y solitario. Necesita del contacto con la luz y el calor del Sol. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde la paciencia, la calma y la perseverancia. El Ser-Tortuga es responsable, incondicional, hogareño,
afectuoso, pacifista, humanista, trabajador, amigo fiel, tímido, convencional, noble y religioso.
LA ARDILLA-TZUB encarna el principio de la agilidad, la actividad, la independencia, la vida en contacto con la naturaleza y la obsesión por tener, ahorrar y prever. Induce atributos y estados de ser de actividad incesante, laboriosidad, inquietud e inestabilidad. El Ser–Ardilla es ingenioso, sencillo, descomplicado, conversador, mitómano, chismoso, amiguero, multitareas, detallista, gran comunicador y vendedor. Se hace amar fácilmente, es sincero y poco diplomático.
LA SERPIENTE-TZAB es el principio encarnado del sigilo, la lentitud, la elegancia y el gozo de la vida en contacto con la Tierra y su fuerza vital. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el sibaritismo, el refinamiento, la sofisticación y la independencia. El Ser-Serpiente es sensible, romántico, inseguro, celoso y de amores imposibles. Un enemigo de cuidado, porque se defiende sin piedad y su veneno es letal. Ama el lujo, el confort y el sexo. Gana sus espacios lentamente, es excelente trabajador y muy buen comerciante.
EL ZORRO-FEX encarna el principio de la astucia, la agilidad, la nobleza, la lealtad, la fidelidad y la vocación por el servicio. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el idealismo y el sacrificio por los demás. El Ser-Zorro se entremete en las vidas ajenas, busca –de buena fe– evitarles a los demás el sufrimiento que les permite evolucionar. Normalmente es tradicionalista, conservador y familiar, pero cuando es rebelde puede ser bohemio, hippie, romántico y soñador.
El JAGUAR-B’ALAM encarna el principio de la fuerza, la audacia, la pasión y la fogosidad. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el fanatismo y las creencias que defiende a ultranza. Actitud que genera conflictos, los cuales busca resolver a la fuerza; generando a su alrededor sufrimiento, pérdida de energía vital y de paz interior. El Ser-Jaguar es incondicional, silencios o, independiente, muy difícil de atrapar y sabe actuar con sigilo y premeditación, lo que lo convierte en un excelente cazador. Consentido y maestro en el sexo, es muy reactivo. Consigue lo que se propone y siempre dice la última palabra.
El HALCÓN–COZ encarna el principio de la seguridad, la independencia, la libertad y la espiritualidad. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el saber, desde las certezas de cómo funciona el Universo, las cuales ha acumulado como una gran riqueza interior. El Ser–Halcón es un líder natural; autosuficiente y responsable, acepta la realidad como perfecta, así aparente ser caótica. Es ecuánime, sereno e íntegro. Da ejemplo de templanza y de flexibilidad, de incondicionalidad y de compromiso. Triunfador de personalidad definida, carácter fuerte, gustos refinados y amante de la soledad. Establece metas claras y las cumple.
ELMONO-BATZ encarna el principio del no compromiso, la travesura, la curiosidad, la aventura y la reactividad automática. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde el juego y la diversión, la irreflexión, la inestabilidad, la infidelidad y la inconstancia. El Ser-Mono es social en extremo, divertido, simpático, libre, independiente, creativo y optimista.
EL LAGARTO-SHIB’KAY encarna el principio de la adaptación, la flexibilidad, la simplicidad y la desconfianza. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde la parsimonia y el orden metódico. Huye al menor peligro, experimenta muchos cambios y renacimientos. El Ser-Lagarto es lento para tomar decisiones, vive obsesionado por la limpieza, es reservado, fiel, constante y de pocos amigos.
EL LAGARTO-SHIB’KAY encarna el principio de la adaptación, la flexibilidad, la simplicidad y la desconfianza. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde la parsimonia y el orden metódico. Huye al menor peligro, experimenta muchos cambios y renacimientos. El Ser-Lagarto es lento para tomar decisiones, vive obsesionado por la limpieza, es reservado, fiel, constante y de pocos amigos.
LA LECHUZA-SHOCH encarna el principio de la intuición, la sanación, la clarividencia, la clariaudiencia, el sexto sentido y la magia. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde las corazonadas, el conocimiento instantáneo de los demás, la ciencia, la ecología y la amistad. El Ser-Lechuza es comprensivo y sabio, hierbatero y sacerdote, ama a los animales, enamoradizo, tímido, noctámbulo y fiel.
EL VENADO-KEEJ encarna el principio de la sensibilidad, la fragilidad, la delicadeza, la belleza y el temor. Induce atributos y estados de ser para experimentar la vida desde lo físico, la armonía, la ternura, la dulzura, la inocencia y la vulnerabilidad. El Ser-Venado es soñador e idealista, honesto y sincero, artista y poeta. No tiene rutinas ni hábitos, es romántico, asustadizo, coqueto y buen amigo.
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Publicadas por Fernando Malkún