LOS MAYAS VERIFICARON QUE LA IRRADIACIÓN DEL SOL CAUSA EL CLIMA, LA LLUVIA Y LOS VIENTOS
Los mayas verificaron que el Sol –al ser la principal fuente de energía que recibe nuestro planeta–, además de ser la causa de todos los fenómenos naturales, el sustentador de la vida sobre la Tierra, es el generador del orden espacial y temporal, en múltiples escalas de la realidad. La radiación del Sol no es constante; por ello estudiarlo, registrar los cambios en la cantidad de energía que irradia y los efectos que estos cambios producen sobre la Tierra, no fue sólo una inquietud filosófica y religiosa para los mayas, sino una necesidad esencial para su supervivencia. Su alimentación, los cultivos que tenían, los animales que cazaban, dependían de su energía. El Señor de la luz –Kin’Ich Ahaw, como lo llamaban– es el principal generador de los ciclos que afectan a la naturaleza y a la consciencia del hombre. Su luz da forma y sustento a la vida. Las plantas la absorben y la transmutan a través de la fotosíntesis y la fijan como energía química en las sustancias de su organismo. Los animales y los hombres, a través de su proceso digestivo, las transforman en anhídrido carbónico (CO2) y agua, liberando la misma energía absorbida por la fotosíntesis para el funcionamiento de su cuerpo.
Saber de qué manera las posiciones relativas de la Tierra, la Luna y el Sol determinan variaciones en esa energía, fue motivo de una investigación que ocupó a sus sacerdotes durante muchas generaciones. El Códice Madrid –el más largo de todos– tiene 115 secciones y desplegado mide 6,80 metros. Tiene tablas con las fechas adecuadas para las ceremonias en honor a la Luna y a Chaak, la divinidad de la lluvia. Confirma los períodos de lluvias en el año; un conocimiento esencial para la siembra y para el desarrollo adecuado de los cultivos.
Sus estudios del Sol develaron un orden que se manifiesta en los calendarios que diseñaron, los más precisos de civilización alguna sobre la Tierra. La energía que irradia el Sol hacia la Tierra –esencialmente la cantidad de luz visible y de rayos infrarrojos que calientan la superficie del planeta– es lo que determina fundamentalmente el clima de una región. Su posición geográfica define qué cantidad de esta energía puede recibir anualmente. Entre más cerca del Ecuador, más irradiación solar recibe y la zona será más cálida y tropical. En las regiones más cercanas al Ecuador –entre los 10º de latitud Norte y Sur– no hay sino dos estaciones, una seca y otra de lluvias; el rango de la energía que recibe se mantiene casi constante durante todo el año. La Tierra rota sobre un eje inclinado mientras realiza una órbita elíptica alrededor del Sol. Esto hace que el Hemisferio Norte y el Hemisferio Sur se acerquen o se alejen del Sol, por lo que la cantidad de irradiación que reciben varía. En el hemisferio que se inclina hacia el Sol, tiene lugar el verano porque recibe más luz y calor, lo que hace que haya días más largos y noches más cortas. Mientras tanto, en el otro hemisferio, que recibe menos energía, sucede el invierno; los días son más cortos y las noches más largas. La irradiación del Sol –la cantidad de energía solar recibida por la superficie de la Tierra– determina el clima, la generación de vientos en la atmósfera y de nubes en el cielo. Por lo tanto el Sol define la cantidad de lluvia que se produce. La irradiación solar evapora el agua del suelo al calentar la superficie de la Tierra, lo que a su vez calienta el aire en la atmósfera. El aire húmedo y caliente es más liviano –menos denso que el que lo rodea–, por lo cual tiende a subir. Al hacerlo, se expande, puesto que a mayor altura es menor la presión atmosférica. Al expandirse se enfría y el vapor de agua que porta se condensa en pequeñas gotas de agua o cristales de hielo, los cuales se agrupan formando nubes. Eventualmente esta condensación se vuelve muy pesada y cae a tierra como lluvia o nieve, dependiendo de la temperatura de la atmósfera. Quiere decir entonces que el ciclo de lluvias también es producido por el Sol.
A medida que el aire caliente asciende, el aire frío ocupa su lugar, lo cual genera los vientos alrededor del mundo. Los vientos son aire en movimiento ocasionado por la irradiación del Sol y por el efecto “Coriolis”, que afecta a todo lo que se mueva sobre la superficie del planeta. La rotación de la Tierra –de izquierda a derecha– empuja el viento hacia la derecha en el Hemisferio Norte y hacia la izquierda en el Hemisferio Sur. Este es el efecto que llamamos “Coriolis” por su descubridor Gaspard-Gustave Coriolis.
Para los mayas los vientos eran una muestra poderosa de la relación de Chaak –divinidad del agua y del viento– con el Sol. Chaak manifestaba la niebla, las nubes, el trueno, el relámpago, la lluvia y la tormenta. Encarnaba en los lagos, los ríos y los mares. Activado por el Sol, Chaak lloraba y de sus grandes ojos brotaba la lluvia –su Itz o esencia– en forma de lágrimas. Cuando Chaak respiraba, su aliento exhalaba el gran espíritu del viento, desde las mismas cuatro esquinas del Universo por donde aparecen los solsticios y los equinoccios. A los vientos los llamaban Ik, palabra que también significa espíritu y aliento. Había vientos benévolos, como el viento cálido del Este y el poderoso viento del Norte. También había otros malévolos, como el helado viento del oeste y el viento húmedo del Sur. En ocasiones, activado por el Sol, Chaak hacía que los vientos y las lluvias se convirtieran en tempestades capaces de causar grandes daños. También en tornados, los cuales son remolinos de viento que concentran una gran cantidad de energía en una pequeña área por un corto tiempo, lo que les da una gran capacidad de destrucción.
En las zonas mayas, muy cercanas a los trópicos, una tormenta –sobre las aguas más cálidas del océano– puede convertirse en huracán, cuando las velocidades del viento aumentan a más de 150 kph. Una vez formados, los huracanes toman energía del calor del océano y del aire húmedo que se encuentra sobre éste. Mientras un huracán se encuentre sobre aguas cálidas, continuará creciendo; y se debilitará al desplazarse tierra adentro o lejos del trópico, en donde las aguas oceánicas son más frías.
Hemos visto cómo, utilizando los más ingeniosos y precisos instrumentos científicos, los mayas develaron el Orden Supremo y los ciclos que –a través del Sol– éste genera en la realidad. Así pudieron elaborar sus profecías para estos tiempos. Porque son los cambios cíclicos del Sol –los aumentos en su irradiación– los que tienen la capacidad para crear al principio y al final del Gran Ciclo Cósmico (cada 26.000 años) un cataclismo sobre el planeta. También pueden generar en su punto intermedio –momento que estamos viviendo actualmente– innumerables Eventos de Destino: fuertes aumentos de temperatura, derretimiento de polos y glaciares, terremotos, erupciones volcánicas, supertormentas, grandes alteraciones en el régimen de lluvias, inundaciones, tornados y huracanes.
http://www.youtube.com/watch?v=HRwz-9ZCAbY
Publicadas por Fernando Malkún