Templo de Kalasasaya
El llamado ¨Templo de Kalasasaya¨ -que al traducirlo del Aymará significa ¨Templo de las Piedras Paradas¨- se encuentra al norte de la pirámide de Akapana. Los primeros exploradores encontraron -en vez de los muros actuales que son parte de una reconstrucción moderna- una serie de Menhires, altos y masivos bloques monolíticos de andesita y arenisca roja, espaciados entre si a distancias más o menos regulares en sus cuatro lados, muy al estilo de Stonehenge.
El Portal del Templo en ruinas
Rocas megalíticas, masivas, pesadas y no muy pulidas algunas de hasta 7 metros de altas -con pesos entre 6 y 16 toneladas- lo que nos indica que no fueron talladas y luego traídas desde lejanas canteras, sino que el material se trajo pulverizado y se fundieron in situ, con la tecnología para fundir piedra artificial que al secar parece natural. El uso de bloques muy grandes implica que son de piedra artificial, lo que quiere decir que el Templo fue construido antes de ser construida la pirámide de Akapana, que ya no utilizó esa técnica constructiva. Lo que implica que muy probablemente lo construyeron los Tiawanakotas y luego fue reconstruido por los Incas. Sin embargo la técnica constructiva utilizada en el Templo de Kalasasaya, a pesar de ser avanzada para su época, porque aglomeraron la piedra pulverizada para hacer esos enormes bloques, está muy lejos de la prefabricación en serie de bloques identicos y muy sofisticados que se encontraron en Puma Punku.
Una foto tomada por Arturo Posnansky de los pilares de piedra antes de ser convertidos en el muro actual, revela en primer plano una roca con superficies hundidas en el lado causadas por las tablas del molde con que le dieron forma. Y los bloques siguientes tienen también superficies hundidas que obviamente no fueron talladas, ni desbastadas para darle esa forma. Estas rocas limitaban una larga y elevada plaza rectangular de unos 130 metros de larga orientada en sentido este-oeste -ajustada a los puntos cardinales- construida para seguir la salida del sol y el arco de su movimiento los días del equinoccio, en ceremonias y rituales en su honor.
Su reconstrucción -que no parece ser el resultado de una profunda investigación unió los Menhires entresí con piedra cortada de menor calidad que la utilizada por los habitantes originales de Tiawanakú- para conformar el muro que encerró al Templo. Altas rocas en los dos extremos del muro del lado este de la plaza -hoy unidas por el muro de piedra que tiene en su centro el portal de acceso al templo- servían para marcar y registrar las dos esquinas entre las que se mueve el sol todos los años -que desplaza diariamente el punto por el que sale en el horizonte, entre el solsticio de invierno -el 21 de junio, porque Tiawanakú está en el hemisferio Sur, cuando el sol sale por el noreste- y el solsticio de verano -el 21 de diciembre- cuando el sol nace por el sureste.
La reconstrucción unió los Menhires ajustándolos lateralmente con rocas cortadas para formar un muro |
Un masivo portal -con una amplia escalinata de 7 peldaños formado de una sola pieza de roca de 8 metros de ancha enmarcada por dos altas y masivas rocas, evidentemente de piedra artificial- construido sobre el eje del templo, permite el acceso a la plaza elevada, su pórtico fue construido para enmarcar la salida del sol en los equinoccios. Frente a el, parado en el interior de la plaza y mirando hacia el exterior –hacia el Templo semi subterráneo- hoy se encuentra el monolito Ponce, que lleva el nombre del arqueólogo que excavó para encontrarlo tirado sobre su lado izquierdo con una cruz cristiana en su hombro derecho, muy seguramente obra de los españoles.
El monolito representa a un sacerdote de pie al que se le dio forma en un bloque de andesita de una sola pieza de 3 metros de altura. Grabados en distintas partes de su cuerpo tiene una serie de procesiones, la que hay en la elaborada corona converge en un personaje en el centro de la frente a la altura del tercer ojo, algo muy significativo. En la espalda tiene otra procesión de figuras que se alejan hacia los brazos por cada lado de un personaje central que porta báculos como los de Viracocha. Se dirigen hacia las manos en las que porta objetos rituales para la inhalación de sustancias psicoactivas, en la mano derecha una tableta para colocar la sustancia que se va a inhalar y en la izquierda la bolsa textil en la que se guarda el equipo inhalatorio y las plantas visionarias que se van a usar.
Los Tiawanakotas y los Incas usaron plantas psicoactivas que eran administradas por sus sacerdotes en teatrales rituales y en procesiones en las plazas de sus templos. La música, el movimiento y la danza eran parte esencial de esas ceremonias, dirigidas por sacerdotes que recitaban mantrans de manera repetitiva para adormecer la consciencia y para llevar a su gente a un estado de éxtasis religioso como los que revelan las procesiones que tienen grabadas los monolitos sobre su cuerpo.
El templo elevado sobre una plataforma como el de sus antepasados en Puma Punku, contiene también una plaza cuadrada de 60 metros de lado a un nivel más bajo, lo que creaba un espacio más privado y protegido para actividades especiales dirigidas por sus líderes religiosos que la multitud podía presenciar desde arriba y a los lados de la gran plaza. Un diseño originalmente concebido en el templo de Puma Punku que es reproducido aquí con algunas variaciones.
En el recinto interior del Kalasasaya se encontró el llamado Monolito Fraile, en el que se le dio forma a un enigmático personaje en un solo bloque de piedra de arenisca de tres metros de altura. Sus detalles son simples, comparado con los otros, solo un cinturón con cangrejos -que no se encuentran en esta zona- una banda en la cabeza y la mano derecha curiosamente al revés portando un báculo.
En su apogeo el complejo religioso tuvo en el exterior un canal superficial de unos 20 metros de ancho a cielo abierto lleno de agua, que recogía a través de gárgolas de arenisca la que caía en las estaciones de lluvia sobre la gran plaza del templo y sobre la plaza superior de la pirámide de Akapana.
En la plaza del Templo de Kalasasaya se encontró roto en dos partes y semi enterrado un bloque monolítico de una sola pieza de Andesita -de 3 metros de alto por 4 metros de largo- con un peso de 10 toneladas, que han llamado el Portal del Sol, el Inti Punku. Se puede asegurar que no fue fundido ni por los Tiawanakotas, ni por los Incas, sino por los constructores de Puma Punku porque en ese lugar se encuentran los restos de dos bloques exactamente iguales a este. No se sabe bien cual de sus dos sucesores decidió moverlo a la plaza, seguramente para darle un lugar de honor -como un segundo portal que enmarcara el sol en los equinoccios- y para unir energéticamente a los dos templos. Es muy probable que posteriormente los españoles -interesados en destruir todo lo que los incas veneraban, en el mismo momento en que tumbaron el monolito Ponce y le tallaron una cruz en el hombro- decidieran arrastrarlo hasta el lugar en que fue encontrado y en esa ordalía terminó roto en dos partes. En 1910 el portal fue reparado y colocado sobre una base en el ángulo noroeste de la plaza seguramente con la intencin que enmarcara el atardecer del sol en el solsticio de Invierno.
Las proporciones áureas que tiene el portal, basadas en un cuadrado inscrito dentro de un círculo y rectángulos áureos -que no se encuentran en ningún otro lado del templo, ni de los palacios de Tiawanakú- refuerzan la hipótesis que fue obra de los habitantes de Puma Punku que eran los únicos que demuestran haber tenido un elevado nivel de consciencia y de manejo de geometría sagrada. Los portales fueron parte importantísima de la arquitectura de Puma Punku, sus formas se encuentran modeladas en bajo relieves a diferentes escalas en casi todos sus bloques prefabricados.
En el centro y en la parte superior del portal se encuentra la figura antropomorfa bastante simétrica de la antiquísima deidad suprema andina -Wira Kocha, El Señor de los Báculos- que aparece también con ligeras variaciones en cerámicas de la cultura Wari, de la cultura Pukara y en la estela Raimondi de Chavín de Huántar. Hoy es es el símbolo de Tiawanakú, una figura que llega hasta el Imperio inca cambiando levemente de aspecto pero manteniendo su misma esencia sagrada.
Es llamado también Kon-Tici Wira Kocha Pacha Yachachik el activo Dios creador de todos los reinos y de sus habitantes, también llamado y Apu Kun Tiksi Wira Kocha -es un Dios Creador-Destructor similar al Shiva del Hinduismo- que no solo le da forma a muchos mundos en el universo, sino que después los destruye. El mito afirma que creó a los hombres de los Andes de un gran bloque de piedra.Wira Kocha resulta de la combinación de Wira y Kucha. En Kechua, Kucha es ‘extensión de agua’ mientras que Wira significa “espuma”. La espuma que sale en la superficie cuando las aguas primigenias reposadas se agitan y se ponen en movimiento un concepto curiosamente similar al que tiene el Hinduismo de como se puso el universo en movimiento. Será posible que hubiera existido alguna conexión en el pasado entre las dos culturas?
La suprema divinidad observa la realidad que alimenta irradiando su energía en todas las direcciones, acto simbolizado en los 24 rayos de luz que salen de su rostro, 7 de ellos rematados en cabezas de puma, el central con un tocado real como muestra de poder. El símbolo del puma permite asumir la identidad, el poder y las características de un animal sagrado.Del ombligo de Wira Kocha salen volando dos cóndores -el ave más grande y poderosa, la de plumas más grandes, la señora de los cielos, el reino de las divinidades, la que convierte la muerte en vida y surge también un puma que saca de la nada su cabeza y una de sus garras simbolizando su poder terrestre, mientras de cada lado vuelan hacia los hombros otros 8 cóndores. Suvistoso traje termina en un bordado de rostros humanos. En sus manos -de solo 4 dedos- porta los báculos que simbolizan su poder. Está parado sobre un trono adornado por cuatro pumas -sostenidos por 6 cóndores- que lo miran con devoción mientras envuelven o protegen lo que podría simbolizar al espermatozoide con rostro humano que engendra la vida. En el dintel, a lado y lado de Wira Kocha, la figura central del portal, tiene bajo relieves de 48 efigies aladas arrodilladas en actitud de veneración y contenidas en espacios cuadrados, 32 son seres humanos y 16 son hombres cóndor. Se apoyan sobre una banda que serpentea, un meandro que se mueve entre 11 pequeños rostros repetidos de Wira Kocha.
Templo Semi subterráneo
<pclass=”p1″>Al Este del Kalasasaya -separadas del templo por lo que fue una amplia avenida- se encuentra el llamado Templo Semi subterráneo o Templo de las Rostros de Piedra. Se llama así porque incrustadas entre las piedras de sus muros tiene 175 cabezas talladas en piedra caliza y en una rara piedra volcánica de color rosa, todas con formas y facciones distintas. 57 pilares de piedra unidos por pequeños bloques de rústica piedra cortada conforman los muros que encierran una plaza cuadrada de 27 metros de lado, hundida dos metros por debajo del nivel del piso. Al nivel de la plaza se accede a través de una escalinata de siete peldaños -como la que da acceso al Kalasasaya- por el lado sur.
Sepultada cerca a uno de los lados de la plaza, Wendell Bennet un arqueólogo Norteamericano, encontró una enorme estela de piedra de arenisca roja de unas 18 toneladas de peso, es la escultura más grande encontrada hasta ahora de la cultura Tiawanakota. Si hubiera sido tallado como dicen, se habrían necesitado 600 hombres para empujarlo y muchos más para alzarlo, sin embargo como hubieran podido hacerlo si solo mide 7 metros de largo? Eso nos permite afirmar que tuvo que haber sido fundido in situ y cuando aún su forma pétrea no había endurecido, sacerdotes artistas tallaron las figuras y formas que adornan su cuerpo. Algunos lo llaman el ¨Monolito Bennett¨ y otros la Estela de la ¨Pachamama¨.
En el apogeo dominaba la plaza porque sus 7 metros de altura le permitían sobresalir por encima del nivel del piso circundante a la plaza semi subterránea del templo. Es muy posible que en esa época -mientras el sol salía exactamente a sus espaldas los días del equinoccio-su mirada enfrentara la mirada del Monolito Ponce ubicado en el centro del Templo
Otras estelas de piedra se erguían a su lado -figuras de rostros pétreos y elaborados tocados- que representaban a sus ancestros y a los seres divinizados que fundaron su civilización. Lo que convertía el templo en un sitio muy sagrado, en una Huaca, donde residían los espíritus de la naturaleza, de las fuentes de agua, de las montañas y los espíritus de sus ancestros. Una de ellas -desenterrada también por Bennett-tiene la figura de un hombre barbado una característica muy poco común entre los pobladores Indigenas. Se afirma que lo construyeron semi subterráneo para representar dentro de la isla que contenía al espacio sagrado -en el núcleo de Tiawanakú- al Manka Pacha, como llamaban los Incas al inframundo, al reino de los desencarnados. La plaza del Templo fue construida con un perfecto declive del 2% -aún funciona- para evitar que se inundara, conduce el agua de lluvia hacia canales de piedra al pie de sus muros y de manera subterránea las lleva hasta el canal perimetral que una vez convirtió el centro sagrado de la ciudad en una isla.
Al oeste del Templo de Kalasasaya se encuentran las ruinas del Palacio de Putuni, lo conforma una plataforma de tierra de forma rectangular 69 x 55 metros y 1,20 metros de alto, contenida por muros piedra sobre la que construyeron habitaciones de adobe apisonado seguramente con un techo de paja. Tenía en su interior un patio central de 48 x 40 metros iluminado por Keri Kalas o “Piedras de fuégo”, con un piso de arcilla roja apisonada como el que usaron en las plataformas de la pirámide de Akapana. En el porton de acceso al palacio había una enorme piedra que permitía cerrarlo convirtiéndolo en una fortaleza inexpugnable.
Contra los lados del patio central se encuentran unas especies de nichos o cámaras bajas construidas bajo las habitaciones sobre la plataforma, que se cree que fueron sepulcros para los sacerdotes y príncipes importantes que embalsamaban en posición fetal. A esas momias que llamaban “Malki” los mantenían con mascaras y collares de oro en altares o en cámaras, ordenadas por su antigüedad, su poder o su importancia y los sacaban en andas sobre literas de oro en las procesiones y en las ceremonias más importantes. Esos nichos y la creencia que eran sepulcros, le dieron el nombre de Palacio de Putuni que significa “Palacio de los Sarcófagos”. Los españoles convencidos que el propósito de esa fortaleza era guardar el oro y los tesoros de esos importantes antepasados, lo destruyeron buscándolo. Sin embargo es improbable que esa haya sido la función de esas cámaras porque son muy bajitas y habría sido muy difícil meter y sacar a los ¨Malki¨ de allí. Me inclino a pensar que eran depósitos donde guardaban semillas o granos protegidos del clima reinante.
En el área de este palacio se encontró un bloque con el rostro de un puma en un bajo relieve muy pulido, entre superficies muy lisas y perfectas, seguramente procedente de las ruinas de Puma Punku. Aún en el patio encontré un bloque que tuvo lo que parece una cruz andina como las que se encuentran en el templo de Puma Punku. Me inclino a pensar que en este lugar pudo haber vivido el Suyuyuk Apu -el gobernador de esa provincia del Kulla Suyo, nombrado por el Sapa Inca- y toda su familia. El palacio tuvo un área de cocina con un pozo de unos 4 metros de profundidad que almacenaba el agua que le llegaba de manantiales en las afueras de la ciudad a través de un hermético sistema de canales hechos con bloques de arenisca y andesita cuidadosamente ensambladas e impermeabilizados con una capa de arcilla. Allí se encontraron restos de fogones para cocinar y de las vasijas donde almacenaron alimentos y líquidos.
Como hemos visto a lo largo de estas siete entregas tanto los constructores de Puma Punku como los de Tiawanakú en su primera etapa y en la reconstrucción realizada por los incas, elaboraron bloques artificiales de diferentes tipos de roca pulverizada que reaglomeraron in situ con pegantes geológicos a temperatura ambiente. Vertieron la mezcla en moldes -de madera y metal sellados con arcilla- para que endureciera, desmoldaron los bloques que una vez secos tienen toda la apariencia de piedra natural. Esta información resuelve de una manera sencilla como -sin el uso de la rueda ni de poleas- lograron construir sus templos y palacios con enormes bloques con pesos hasta de 140 toneladas. Le da respuesta a teorías que argumentan que esos bloques fueron cortados y tallados en lejanas canteras y llevados -no explican como- hasta el lugar de la obra y al llegar allí ensamblados -mágicamente- entresí de tal manera que no cabe una cuchilla de afeitar en sus juntas.
Continúa sin embargo el misterio de la extraordinaria arquitectura y la impecable técnica constructiva de Puma Punku, porque las dataciones con carbono 14 de Vrainich sitúan el momento de su construcción alrededor del año 600 Dc. Lo que nos deja aún muchas preguntas sin resolver, tal vez la más importante es: Quien pudo en esa época en Sur América tener conocimientos tan avanzados? De donde provino su información? Quien diseño y luego fabricó esos bloques tan perfectos de Puma Punku?
El misterio de como fueron construidas las pirámides de Egipto ya se resolvió en el que se fundamentó mi investigación en Perú este enlace te lleva al documental en el que revelo como se hicieron: