Una mañana hace unos 28 años, Jose, quien pocos después se convertiría en mi esposa, me propuso que fuéramos por la tarde a una fascinante reunión. Una amiga suya, que había organizado la visita a Bogotá del sanador Filipino Dr. Alex Orbito, sus citas y consultas con cientos de pacientes muy enfermos, la había invitado a escuchar la explicación de cómo realizaba sus ¨operaciones etéricas y astrales,¨ que él le daría a todo el equipo organizador que lo había ayudado. Yo no sabía nada de él y Jose me contó que era un personaje extraordinario que sí me interesaba acompañarla y escuchar lo que diría. Hacía poco acababa de dejar ¨El Cuarto Camino Gurdjieff¨ que había estudiado durante varios meses con uno de sus seguidores en Bogotá, adentrándome en el estudio de ¨Un Curso de Milagros¨ en mis primeros pasos en un mundo espiritual del que no sabía nada.
La curiosidad me impulsó a aceptar su propuesta, sin embargo, llevaba conmigo mi escepticismo a ese tipo curaciones milagrosas. A eso de las dos de la tarde llegamos a una casa de una planta, con un amplio garaje al frente para tres vehículos, que quedaba en la esquina noroccidental de la calle 90 con cra 15. Había aún pacientes que habían llegado por el voz a voz que recorrió la ciudad, tratando de aprovechar las últimas consultas disponibles. Nos hicimos en la cola escuchando las malasias y esperanzas de quienes se encontraban al frente y detrás de nosotros, mientras el tiempo transcurría lentamente. Me preguntaron que qué enfermedad tenía y yo medio avergonzado les conté que ninguna, que veníamos a una reunión. A eso de las tres de la tarde la amiga de Jose, avisa que el Dr Orbito ya no atendería a nadie más, que sus consultas en Bogotá habían terminado, si mal no recuerdo su vuelo de regreso salía al atardecer, nos saluda y nos guía hacia el garaje de la casa. Entramos a un espacio grande como para estacionar tres carros, donde había como unas 20 o 30 personas. Nos habíamos enterado que la casa la habían vendido, construirían allí un edificio que creo que hoy es de la empresa de teléfonos de Bogotá, y estando vacía se la habían prestado a la amiga de Jose para que el Dr. Orbito realizará allí sus consultas. El espacio tenía al fondo unas puertas deslizantes estilo Shoji japonés con rectángulos de madera que enmarcaban una superficie blanca que impedía ver lo que sucedía detrás de ellas.
En ese momento sale el Dr. Orbito, un señor bajito, moreno de pelo cano y ojos negros con una bata blanca, que nos dice a todos que nos tomemos de las manos, con la palma de la mano izquierda hacia arriba para recibir la mano de quien se encontraba a mi lado de ese lado, y la mano derecha con la palma hacia abajo tomando la mano de Jose que sonriente se encontraba de ese lado. Formamos un circulo y escuchamos como él agradece a todos la ayuda que le habían prestado organizando sus tiempos y consultas. Nos dice que va a enviar tres pulsos de energía hacia su derecha para que todos nos sincronicemos entre todos y con él. La mayoría cierra los ojos, sin embargo yo escéptico, sigo observando lo que sucede sin realmente sentir nada, no percibí la energía de la que hablaba, lo que me puso más dudoso mientras pensaba, otro de los cuentos chinos de Jose. En ese momento nos dice que nos soltemos de las manos y nos invita a entrar a todos para que observáramos cómo el sanaba a sus pacientes. Jose se adelanta hacia su amiga y yo me quedo retrechero observando como abren dos de las puertas deslizantes descubriendo lo que debía ser el gran salón de la casa, donde había una mujer acostada sobre una camilla. Sin camisa, tenía un brasier blanco de encajes y un pantalón blanco de Terlenka con altos relieves del mismo color. Yo me quedo retrasado, de último mientras el grupo va entrando al salón, dividiéndose a izquierda y derecha de la camilla para irse ubicando por detrás alrededor del Dr. Orbito. Yo entro de último y por ello me correspondió sin buscarlo, el lugar más importante de todos en el centro a 50 cms de la paciente en la camilla. Ignoraba que lo que vería a continuación marcaría mi vida para siempre, y que como en muchas situaciones que experimentaría de ese día en adelante, llegue guiado por mi Ángel de la Guía, seguramente siguiendo instrucciones de mi Maestro, el Ser de Luz que supervisa mi proceso evolutivo.
El Dr. Orbito -con la amiga de Jose a su izquierda sosteniendo una bolsa transparente con algodón plegado, comienza a palpar con sus manos el vientre desnudo de la mujer, que tenía unos 50 años, pelo corto oscuro con una venda blanca sobre los ojos. Yo me quedo mirando cómo sus manos oprimían su estomago mientras escéptico pensaba, ahora va a decir que ya la sanó. Sin embargo súbitamente escucho un fuerte sonido, como el que hace una lata de cerveza al halar el anillo que la abre, y asombrado veo como la mano derecha y el brazo del Dr. Orbito entran hasta el codo, despareciendo en el estomago de la mujer. Escuche la respiración conmovida por la sorpresa de todo el grupo, mientras mi mente explotaba, los pensamientos se atropellaban unos sobre otros, la mayoría buscando el truco, el engaño porque lo que estaba viendo era imposible que pudiera suceder. Mi corazón comenzó a latir tan rápido como mis pensamientos, estoy seguro que mis ojos se abrieron de par en par, desorbitados ante lo que veía cuando el Dr. Orbito lentamente comenzó a sacar el brazo del estomago de la mujer y vi que llevaba algo negro entre sus dedos. Mientras su mano se alejaba del estomago, yo veo asombrado sobre la piel unas ondas de color rojo, como las que hacía el televisor Admiral de mi niñez de mi casa en Barranquilla al apagarlo. Se iban cerrando hacia el centro, disminuyendo de diámetro hasta terminar en un brillante punto que desapareció seguidamente. Al ver que no quedaba ningún hueco, rápidamente mis ojos se enfocan en la oscura masa entre los dedos del Dr. Orbito que en ese momento la suelta permitiendo que cayera en una caneca mediana de metal que yo no alcanzaba a ver, pero si me permitió oír el golpe de esa sustancia contra ella. Efectivamente le había sacado algo! Una bola de materia oscura y pesada por el sonido que produjo al caer.
El Dr. Orbito pide algodón y la amiga de Jose hala de la bolsa transparente, desplegando un pedazo de uno 30 cms de largo por unos 20 cms de ancho y se lo entrega. El lo toma entre sus manos, lo lleva hasta el estomago de la mujer y por el mismo lugar donde habían desparecido las ondas rojas, y generando el mismo sonido de la vez pasada, lo comienza a meter con los dedos de sus dos manos hasta que solo deja unos pocos centímetros por fuera de la piel! Mi mente asombrada pensaba a intensa velocidad en los postulados del Curso de Milagros, todo es irreal, nada es realmente sólido a mi alrededor, el ser humano con el conocimiento adecuado puede elevar su frecuencia vibratoria y atravesar paredes, seguramente hasta despertar a los muertos, cualquier cosa podía pasar!
La realidad material que tan bien me había acompañado toda la vida, se estaba desmoronando frente a mí! Pensé que ahora lo único que faltaba es que le sacará un conejo blanco envuelto en el paño de algodón! El Dr. Orbito comenzó a tirar del algodón que salía lentamente untado con un liquido negro, tal vez sangre o una energía densa y oscura, que parecía como aceite quemado. Termina de sacar el paño de algodón sucio y aparecen nuevamente las ondas que se cierran hacia el centro, mientras el médico deja caer el algodón a la caneca. La mujer seguía impertérrita bajo la venda, sin moverse, como si no le hubiera sucedido nada. Él yergue su mirada y gira mirando a los ojos de todos los que lo rodeaban, la única tranquila era la amiga de Jose que seguramente había visto el procedimiento muchas veces en los últimos días, el resto estaba tan impactado como yo. Él con una dulce sonrisa comprensiva en su rostro, nos cuenta que había entrado por el Chakra del Plexo Solar para sacar del etérico un tumor de energía negativa, que había crecido en el hígado de la mujer seguramente por una intensa rabia en su infancia o adolescencia. Agradece nuevamente a todo el grupo, que comienza a salir en silencio del salón hacia el garaje. José se me acerca sonriente y me toma de la mano, segura del impacto que todo me había causado, y así tomados de la mano, yo aún sin pronunciar palabra, salimos del garaje al ruido normal y al agite de la ciudad que ahora me parecía de mentira.
La misión Sanadora de Alex Orbito – https://casaydiseno.com/mision-sanadora-de-alex-orbito.html
4 respuestas
Impactante experiencia, hay gran parte de la realidad que no la percibimos.
La magia de la vida es un misterio fascinante.
Muchas gracias por tantos aportes Fernando Malkun…
Sobrecogedor. Agradezco tanto al Cielo el día que se cruzó en mi vida su persona a través de la magnífica serie “El Ojo de Horus”. Leyendo “El Avance”, dos primeros capítulos de momento. Información tan valiosa como inédita en mi atormentada existencia hasta la fecha. Se abre un hilo de Luz según sigo sus enseñanzas. Gracias de corazón. Un saludo