El Ego adora a la moralidad extrema, le encantan los pensamientos polares binarios, duales bien-mal, culpable-inocente, feo-bonito, luz y oscuridad. Crea una realidad de extremos sin tonalidades intermedias, malos o buenos, justos o injustos. El Diablo y Dios. Lo hace para someter tu mente a uno de los extremos y que desprecies el extremo opuesto. Así te convierte en un fundamentalista convencido que El Todo tiene conductas ideales y mandamientos a las que tienes que someterte o pagar el precio de tu rebeldía en una eternidad de sufrimiento. Convierte una parte de la realidad en Divina y la otra en anti-Divina. Así crea los dogmas, los juicios y los pecados.
El Ego te hipnotiza con los opuestos y la moralidad depende de los opuestos. Una moralidad que además es temporal, un asunto de moda, puede cambiar con el momento histórico, con la sociedad que la promulga y con las circunstancias en que lo hace. Matar a un hombre es malo y castigable incluso con la muerte, sí se hace por motivos individuales, pero quien mata mil hombres en una guerra sancionada por la sociedad, es un héroe.
La moralidad puede cambiar dependiendo del sistema religioso imperante en la localidad en que es promulgada. Para el Ego de un Budista la vida es un castigo al que se debe renunciar, no se debe gozar de ella porque eso le da poder al Ego y al deseo que este alienta, lo que trae consigo la insatisfacción y el sufrimiento. Se debe desear no desear.
Para el Ego de un Católico la vida es pecado porque sólo con recibirla el hombre se convierte en un pecador. Recibes como herencia el pecado de Adan. El error generado por la ignorancia se convierte en pecado, algo de naturaleza satánica, mala, que debe llenarte de vergüenza y culpa -los estados del ser que más destruyen tu energía vital- y el resultado de la maligna influencia de lo satánico y anti-Divino. Esto te impide aprender del error, agradecerlo porque te muestra lo que te falta por aprender, te muestra cuando actúas en contra del orden del Universo, cuando generas conflicto y desarmonía, te permite comprometerte -sin vergüenza ni culpa- a estar atento para que la próxima vez que esa misma posibilidad de error se manifieste en tu vida lo hagas mejor.
El error generado por una conducta sexual instintiva, por tu animalidad original, es pecado. Y para ¨limpiarlo¨ tienes que confesarlo a un pecador autorizado, que tiene el poder para impartir la Gracia Divina e impedir -si llegas a morir- que seas condenado -por una Divinidad castigadora e inmisericorde- a un infierno eterno. No te sirve ese error para revelarte que esas conductas te impulsan a la inconsciencia animal, porque la culpa que genera te deprime y oscurece tu mente. No te sirve ese error para observar una parte tuya que aún no has pulido, para observarla sin juicios ni condenas, sin reprimirla sumergiéndola en la oscuridad de tu inconsciente, desde donde sale a atacar -con la fuerza que tu rechazo le ha dado- tu paz interior cuando más desprevenido y débil estas.
Así el Ego esclaviza tu mente, inventa el pecado y la moral para mantenerte en culpa y angustia, inventa un Dios que se opone al mundo, crea un campo minado al que debes resignarte. Así se comprende porqué muchos se auto torturan para evitar el pecado, el deseo o el gozo convirtiéndose en santos mártires masoquistas venerados por una corte de sádicos.
La pregunta es, realmente Él Todo tiene conductas ideales o es un invento esclavizador del ego? Cuando te asomas a la naturaleza y al cosmos que te rodea, ves una extraordinaria diversidad, una infinidad de especies que conviven armónicamente, no hay una predominante que haya homogeneizado el entorno con su presencia exclusiva. En la eternidad transcurrida ya habría tenido el tiempo para lograrlo. Si Él Todo sale de su homogeneidad original es porque le interesa la diversidad, si te otorga el libre albedrío es para que manifiestes tu propia esencia, incluso si desde la ignorancia temporal decides actuar en contra del orden del Universo y no aceptar la existencia de la Divinidad. Nadie te obliga, tu mente es libre.
Él Todo -no lo llamo Dios porque ese nombre lo ha usado el ego para separarte de Él- mantiene un estado de neutralidad amorosa, para permitirte crear y experimentar lo que tu corazón te indique, sin juicios, y sin temor a castigos. La única condición es que tienes que experimentar en carne propia tus creaciones para que puedas tomar consciencia si lo que creaste produce sufrimiento o armonía. Esa libertad es la que permite que la diversidad, desde puntos de vista tremendamente distintos- pueda obtener comprensiones únicas y originales. Esas comprensiones sobre tu esencia -que es la misma de Él Todo-, sobre el sentido de la vida, sobre la naturaleza del amor son el extracto de cada una de las vidas que vives, es lo que le ofreces a cambio de su Amor Incondicional. Por eso ama por igual a Hitler que a la Madre Teresa de Calcuta, sabe que sus estados de ser no son eternos, sino temporales. Que ambos son buscadores de comprensión, que evolucionan como resultado de su propio esfuerzo para convertirse en creadores eternos de armonía.
Es por eso que desde el Ser solo puedes observar lo que te rodea como una totalidad, en la que la Divinidad también está en lo aparentemente opuesto, en los extremos dispuestos para permitirte evolucionar y comprender. La Divinidad esta todas partes y es una sola, es el ego el que la divide.