En nuestro viaje a India iremos a Madurai a sentir de cerca el Hinduísmo, la religión predominante en India. Allí existe desde hace 2.500 años un gran templo -el llamado Templo de Sri Meenakshi- donde 100 generaciones de hindúes han venerado a Parvati y a Shiva. Son los nombres que ellos dan a la pareja de principios polares femenino-masculino que en una eterna danza cósmica, crean y destruyen cíclicamente la realidad. Allí son reverenciados a través de sus Avatáres -sus encarnaciones materiales- Sri Meenakshi y Sundareswarar.
Shiva forma parte del Trimurti, la Trinidad Hinduísta, que con Brahma, el Dios generador y con Vishnu, el Dios preservador, manifiestan y revelan al Absoluto. Shiva que es polar, esta constituido por dos principios creadores opuestos, un principio masculino, activo, consciente, solar y otro principio femenino, pasivo, inconsciente y lunar. El tiempo -activo masculino- y el espacio -pasivo y femenino- que al unirse crean la vida, la consciencia y la realidad transitoria en la que ambos coexisten.
El Lingam es el símbolo de esa polaridad creadora. Un falo, el pilar cósmico, que penetra un Yoni o una vagina universal para concebir la realidad. Es la representación simultánea, combinada y complementaria -como las dos caras de una moneda- de la energía-información, el poder masculino dador de las formas y de la energía-sustancia, el poder y la sustancia femenina que adopta todas las formas.
Shiva es entonces realmente un Dios Padre-Madre, sin embargo el pueblo lo reverencia como a dos entidades separadas con características humanas: Shiva y su esposa Parvati. Shiva, la divinidad masculina, es adorado también con el nombre de Rudra el Señor de los Cielos y Nataraja, el Señor de la Danza. Los Hindúes lo asocian con el Río Ganges, con el altísimo Monte Kailas que se encuentra en los Himalayas -en Tibet- donde se cree que habita y con un toro que llaman Nandi. La palabra Shiva en sánscrito es un adjetivo calificativo que quiere decir gentil, amistoso, gracioso y auspicioso.
Parvati, la divinidad femenina Hindú, es a su vez adorada también bajo distintas formas y con los nombres de Uma, Sati, Durga, Kali, Shakti y Sri Meenakshi.
El nombre Meenakshi proviene del Tamil antiguo, Meen significa pez y Akshi significa Ojos. Meenakshi es una encarnación femenina, un Avatar de Parvati, la esposa de Shiva, que es representada con ojos almendrados como de pez. De acuerdo a la leyenda, en el año 600 Ac. el Rey Malayadraja de la dinastía Pandya y su reina Kanchanamala -que no habían logrado concebir un hijo- encienden un fuego y le rezan a Shiva para que los ayude a ellos y al pueblo Tamil, a mantener el orden con un heredero. Shiva hace que del fuego surja una niña de ojos almendrados a quien llamaron Meenakshi y les hace saber que ella era una encarnación de Parvati. Que tenía tres pezones, pero que no eran una anormalidad sino un signo, porque cuando ella fuera mayor uno de sus tres senos desaparecería instantáneamente tan pronto conociera a su futuro esposo. Les anunció que el mismo encarnaría para desposarla como un avatar que se llamaría Sundareswarar, para ayudar al pueblo Tamil fortaleciendo e iluminando a su dinastía.
El Rey profundamente agradecido construye en ese mismo lugar el hermoso Templo de Sri Meenakshi y a su alrededor la ciudad de Madurai. Generaciones posteriores de reyes de esa dinastía que adquiere por ese matrimonio características divinas, contribuyeron ampliándolo hasta convertirlo en un enorme complejo de 8 hectáreas, la joya de la arquitectura Dravidiana en la tierra de los templos: Tamil Nadu.
El nombre de Madurai -la ciudad ribereña del río Vagai- proviene de Madhura que en sánscrito significa dulce, sereno. Desde al año 500 Ac, comenzó a realizarse en ese templo, un concurso de poesía en el lenguaje Tamil. Una lengua Dravidiana que aún se habla en el sur de la India, en Sri Lanka y es uno de los idiomas oficiales en Nepal, Pakistan, Malasia y Singapur, con quienes han mantenido un intercambio comercial durante siglos. Brahmanes, poetas e intelectuales se reunían en las galerías adyacentes al estanque central del Templo, en lo que se llamó el Tamil Sangam. Esta reunión sucedió allí durante 900 años, hasta que terminó el reinado de la Dinastía Pandya sucesora de Meenakshi y Sundareswarar, que gobernó el sur de la India y Sri Lanka entre los años 600 AC y 300 DC. En ese momento fueron invadidos por tropas de la vecina Dinastía Kalabhras de reyes budistas, quienes gobernaron allí durante 300 años, hasta el año 600 Dc. cuando los Pandyas recuperan su imperio.
En el año 848 una nueva dinastía de Reyes Chola desplaza a la dinastía Pandya y gobierna desde Tanjavur, durante casi 400 años hasta el año 1223 DC. cuando los Reyes Pandyas logran recuperar nuevamente su imperio. Sin embargo la dicha les duro poco, porque en el año 1311, Malik Kafur, un general musulmán destruyó la ciudad y el templo. Se llevó sus joyas, sus obras de arte y la convirtió en una provincia vasalla del imperio musulmán que gobernaba en ese entonces desde Delhi. Una situación que solo duró 50 años porque en 1371 DC, el rey hinduísta Harirara, de la dinastía que gobernaba un vasto territorio -el imperio Karnata desde la antigua ciudad de Hampi, también llamada Vijayanagar- se apodera de Madurai. Nombran un gobernador, ellos lo llamaban un Nayak, que les pagó un tributo anual hasta el año 1530 DC, cuando los Nayaks se independizan y crean su propia dinastía. El primero de sus reyes, Thirumalai Nayak es quien reconstruye en 1623 DC el Templo destruido por los musulmanes. El gobierno de sus herederos continúa hasta 1781 cuando cae bajo control británico. Hoy el templo que ha funcionado sin interrupción por 2.500 años es visitado por 15.000 personas cada día.
En el templo de Sri Meenakshi surge la tremenda devoción a Shiva como Nataraja que existe hoy en toda India. La historia es así:
El día que Meenakshi se casó con Sundareswarar, festejaron la ceremonia con una danza cósmica, que los hindúes llaman la danza de Chidabaram, en presencia de Vishnu quien asistió a la boda sagrada. En el Templo hay una escultura en la que aparecen los tres, que conmemora el evento. En la bellísima danza de las dos fuerzas vitales, los protagonistas en éxtasis manifiestan el eterno ciclo de creación, preservación y destrucción de la realidad, además del ciclo de muerte y reencarnación individual de los seres humanos.
En el Templo hay un antiquísimo y muy significativo bronce de Shiva que al danzar dentro de un arco de llamas de fuego, se convierte en Nataraja, el Señor de la Danza. En sánscrito, Nata significa danza y Raja significa Señor. Se balancea sobre su pierna derecha, apoyada sobre Apasmara, el enano que simboliza a la ignorancia. Como la ignorancia no puede destruirse porque surge cada vez que se crea una nueva realidad, Shiva utiliza la continua evolución y el perfeccionamiento de la consciencia de los seres humanos, para mantenerla controlada, para deshacer la ilusión negativa, la entropía y el desorden que la ignorancia crea. Una cobra que cuelga en su pecho representa la elevación del Kundalini, producido por la evolución. En una de la manos de sus dos brazos superiores tiene un tambor que mueve rítmicamente, simboliza el paso del tiempo, late con el pulso del universo creando el sonido con el que se mueve la realidad. En la otra mano porta el fuego de la destrucción, que detiene el tiempo. Su rostro estoico simboliza su neutralidad, su equilibrio entre creación y destrucción, entre la música, la danza y el fuego destructor, entre la sensualidad del alma y el desapego ascético del espíritu.
El enano de la ignorancia con Nataraja danzando sobre el, se encuentran sobre el pedestal con la forma de la flor de loto de la consciencia de cada ser humano, que es donde se encuentra realmente el Universo. Allí se encuentran el instante y la eternidad, el big bang y el big crunch, la respiración de Dios en absorción contemplativa de si mismo. La dualidad inexistente en la unidad.
Nataraja asimila dentro de si, equilibra y armoniza aspectos aparentemente contradictorios del Ser. Su mágico, brillante y larguísimo pelo -nunca cortado- se mueve sensualmente como un halo con su danza, allí reside su fragancia, su sexualidad creadora que contrasta con su sereno rostro. Es simultáneamente un asceta imperturbable en la calma del absoluto vacío y un niño gozoso que juega a danzar libremente al compas de su propio ritmo vital. La danza es un arte en el que el artista y el arte que crea, son uno solo. Dios y su creación son uno mismo. Nataraja, el Ser Supremo, realiza dos tipos de danzas, la primera llamada Lasya es bella, suave y gentil porque en ella Shiva y Parvati -guiados por Brahma- crean un nuevo universo, una nueva historia con nuevos personajes. En la segunda llamada Tandava que es una danza peligrosa y violenta, lo destruyen para permitir que Brahma dirija la creación de uno nuevo. La danza induce un estado de trance, éxtasis en el que se conecta con la divinidad, por eso ha florecido en India simultáneamente con la meditación, el ayuno y el yoga.
El templo de arquitectura Dravidiana tiene 14 altas torres, las llaman Gopuram. Cada una fue construida sobre una de los múltiples muros quee en capas sucesivas rodean el santuario principal. A través de ellas se entra a cada capa del complejo religioso. El muro exterior tiene las 4 mas altas, sirven de accesos y conectan con puertas en la muralla que rodeaba la ciudad. La principal es la entrada orientada al este, que conduce a una columnata de 100 mts de larga, hoy llena de puestos con textiles de colores y artesanías religiosas que tapan las talladas columnas. Cerca a la entrada se encuentran Vishnu con Meenakshi y Shiva el día de su matrimonio. Las 14 torres están totalmente cubiertas con 33,000 esculturas de algunas de sus innumerables divinidades, pintadas de vividos colores, para los hindúes todo es Dios, por lo tanto tienen muchas divinidades. La más alta, el Gopuram Sur, tiene 52 metros de altura, equivalente a un edificio de 20 pisos.
Hay dos santuarios principales, a los que solo pueden entrar los hindúes, ambos rematados con una torre de oro visible a gran distancia. Uno dedicado Sri Meenakshi que tiene su escultura de oro y obsidiana negra, otro dedicado a Shiva -en el centro exacto del templo- con su escultura totalmente de oro. A su alrededor hay varios larguísimos corredores, llamados los corredores de los loros, porque en la antigüedad existieron allí miles de loros entrenados para que dijeran Meenakshi. El templo tiene un estanque, el del loto dorado, el Porthamarai Kulamel, de 50 x 40 mts. donde se realizaba el concurso de poesía y otra galería, la Meenakshi Nayakkar Mandapam con 1000 columnas talladas con esculturas de Yali, una bestia mitológica, que fue el símbolo de poder de la Dinastía Nayak que reconstruyó el Templo. Cientos de mandalas de brillantes colores adornan su cielo raso y en el fondo tiene el altar dedicado a Nataraja. En la antigüedad los devotos accedían al Templo por el Gopuran Este, donde los recibía como hoy el elefante que los saluda colocando su trompa sobre su cabeza. Atravesaban la galería de las 1000 columnas, se bañaban en el estanque del Loto dorado, donde se vestían con ropa limpia para llegar a recitar sus nombres sagrados, primero al Santuario de Shiva, y luego al de Parvati.
Hoy en el templo hay 50 Brahmanes, sacerdotes hinduístas que realizan simultáneamente en 6 horarios prefijados y en distintos espacios del enorme templo, el ritual del Puja, algunos acompañados por flautas y percusión. Una ceremonia en la que se invoca a la divinidad del templo con rezos, cantos y ofrendas, para conectarse espiritualmente con él, agradecer los beneficios recibidos y recibir sus intuiciones, las sincronicidades y oportunidades que tanto facilitan la vida.