OBSERVATORIOS CENITALES PARA MEDIR LA DURACIÓN DEL AÑO SOLAR
El segundo instrumento fue una tecnología heredada de los olmecas. Se trata de una caverna acondicionada como observatorio para registrar y medir el paso cíclico por el cenit del Mayab. En el Solsticio de verano, el Sol sale por el punto máximo al Noreste del horizonte terrestre. Al mediodía ocupa un punto en el cenit sobre una línea imaginaria –paralela al ecuador, 23,5º más arriba– que llamamos el Trópico de Cáncer. En ese momento sus rayos caen verticalmente sobre esa línea imaginaria. Los mayas ubicaron sus ciudades entre los 15º y los 23,5º de latitud norte, por lo que podían observar el Sol al mediodía en el cenit sobre sus cabezas, cuando las sombras que produce se encuentran bajo los objetos y los pies del observador.
Aprovechando esto, en algunos lugares de México y Guatemala los mayas horadaron una estrecha chimenea desde la bóveda de una caverna hasta la superficie exterior y la forraron con bloques de piedra cortada para darle una forma hexagonal de unos 25 cms de diámetro. Buscaban controlar la entrada cenital de la luz del Sol al interior de la caverna, para medir de manera precisa el tiempo que le tomaba pasar nuevamente por el mismo punto. En la boca exterior del ducto lumínico colocaron una lámina delgada de cobre con una pequeña perforación en forma de T. La hendidura permitía que un rayo muy estrecho de la luz del Sol –cuando estuviera en posición cenital directamente sobre la chimenea– iluminara una base de piedra que colocaban en el piso de la cueva. Sobre ésta marcaban la posición exacta del rayo de luz en el paso cenital del Sol y luego –año tras año– verificaban el momento en que el rayo volvía a iluminar la marca previamente hecha sobre la piedra.
En la zona tropical del planeta, el Sol realiza dos pasos cenitales cada año –uno en el primer semestre y otro en el segundo–, en fechas que varían dependiendo de la latitud del lugar donde se encuentra la caverna. Los astrónomos contaron los días transcurridos entre los tres intervalos que generaban esos dos pasos cenitales del Sol en el año, cuando el rayo volvía a ocupar la misma posición sobre la marca en la base de piedra. Así lograron averiguar que la duración exacta del año solar era de 365 y un cuarto de día, exactamente 365,242203 días. Esta información aparece registrada en Palenque, en dos fechas talladas con una diferencia de 550.420 días entre sí. Cifra que guarda la correspondencia entre los 365 días del calendario que llamaban el Haab (que significa el “ciclo de las lluvias”) y el año solar. Cada 1.507 vueltas de la rueda del Haab equivalen a 1.508 años solares. (550.420/1508 = 365 y 550.420/1507 = 365,242203). Conocían entonces el intervalo exacto de la órbita de la Tierra alrededor del Sol; pero, para facilitar sus cuentas, prefirieron usar la medida del año maya de 360 días o el Haab de 365 días cuando necesitaban más precisión.
Publicadas por Fernando Malkún